El transporte, claridad y calidad

La mejor actitud ante un conflicto de intereses es la postura “ganar-ganar” .

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¿Cuánto cuesta un servicio digno de transporte público? Hago énfasis en la palabra digno, que es cuando a mi parecer se dan dos circunstancias: vehículos en excelentes condiciones, preparados para desarrollar el servicio con eficiencia y educación y a su vez el usuario acepta pagar el precio justo. 

Ahora que nuevamente se discuten entre los permisionarios y el Gobierno del Estado las adecuaciones a la tarifa, me pregunto si los meridanos estamos al tanto de los pormenores de la negociación con bases reales y de cómo se acaba resolviendo. Ambas instancias tienen todo el derecho de cuidar los intereses propios: los transportistas a obtener utilidades  de su inversión y el gobierno a vigilar que las condiciones pactadas se cumplan. 

La mejor actitud ante un conflicto de intereses es la postura “ganar-ganar” y esto sólo es posible cuando las partes están dispuestas a ceder prerrogativas y no montarse en su macho. Lo que podemos ver actualmente en la ciudad es que existen rutas con diferentes tarifas y calidad de camiones. Unidades nuevas, bien equipadas y otras deterioradas e ineficientes. 

El asunto es que hay opiniones populistas de seguir con servicios variopintos con tal de mantener políticamente los precios, argumentando que se cuidan los intereses de la población. Como si acostumbrarse a la mediocridad fuera un destino fatalista. Dado que es un servicio fundamental, compete también a los ciudadanos estar de acuerdo en lo que implica contar con un traslado digno.

 Me parece primordial que se haga del conocimiento público el costo real con todos sus considerandos. Después y con base en esto último, informar de los subsidios y acciones que se pondrán en marcha para que los usuarios sepan sus derechos y obligaciones y contribuyan a que dicho sistema de transporte funcione adecuadamente. Basta de esta inercia inoperante donde queda claro que tanto el pasaje como el prestador de servicios no están satisfechos. 

Debemos, en conjunto, sociedad, empresarios y gobierno, coincidir de una vez por todas  en que “sí” es posible hacer el cambio y establecer los criterios sobre los que se tomarán las medidas, para evitar negociaciones cerradas, donde pareciera, no se toma en cuenta la opinión del pasajero.
Podemos hacerlo. Todos salimos ganando. Cuentas claras y todos enterados. Vaya biem.

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