"El vendedor de semillas"

Tenemos el don de dar amor y afecto a las personas que nos rodean.

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Deseo compartir esta historia: “Un joven soñó que entraba a un supermercado recién inaugurado y, para su sorpresa, descubrió que Jesucristo se encontraba atrás del mostrador. _¿Qué vendes aquí? -le preguntó. -Todo lo que tu corazón desee-, respondió Jesucristo. Sin atreverse a creer lo que estaba oyendo, el joven emocionado se decidió a pedir lo mejor que un ser humano podría desear: -Quiero tener amor, felicidad, sabiduría, paz de espíritu y ausencia de todo temor-dijo el joven.-Deseo que en el mundo se acaben las guerras, el terrorismo, el narcotráfico, las injusticias sociales, la corrupción y las violaciones a los derechos humanos. Cuando el joven terminó de hablar, Jesucristo le dijo: - Amigo, creo que no me has entendido. Aquí no vendemos frutos; solamente vendemos semillas-”.

¡Qué excelente historia!, la cual nos hace reflexionar el día de hoy, que debemos convertir en frutos las semillas que tenemos en nuestro corazón. Porque el día que dejemos este mundo se nos va a juzgar por el pecado de omisión. Ese terrible pecado, el no haber compartido todos los dones que Dios nos dio al nacer.

Tenemos el don de dar amor y afecto a las personas que nos rodean, pero somos “estreñidos emocionales”. No damos muchas veces amor por el qué dirán. No damos afecto, porque pensamos que seremos tachados de cursis. No damos palabras de ánimo a nuestro prójimo, porque pensamos que no van a servir de nada. Y se nos olvida que una palabra en el momento adecuado, puede hacer que una persona...¡no se suicide!

Todos somos vendedores de semillas. Esas semillas que al regalarlas en nuestros semejantes van a dar frutos increíbles e inimaginables.

La semilla del amor que no hemos plantado en nuestros padres, y por eso no dan fruto, porque los hemos confinado a un encierro emocional. Hoy tus padres necesitan de las semillas de tu amor, para que te las devuelvan en frutos de cariño, amor y esperanza.

Tenemos que plantar las semillas de la educación con amor y con paciencia en nuestros hijos. Ellos están esperando que con tu ejemplo, tus obras y tus acciones, les engendres semillas, para que en un futuro den frutos de amor, bondad y amor manifestado en obras.

Y no dejemos de dar semillas de diálogo, respeto y amor a nuestra pareja. Ella necesita de nosotros, porque sin nuestro amor no puede desarrollarse en como un ser humano pleno y feliz. 

Si queremos amor, respeto y cariño, tenemos que empezar a plantar semillas de amor, respeto y cariño. Porque nada da fruto, si no se planta con las semillas del amor.

Hoy Dios nos dice al oído que empecemos plantar en el jardín del amor, para que obtengamos frutos jugosos de cariño, apetitosos frutos de afecto, y olorosos frutos de ilusión.

El mejor consejo que puedes recibir es: “Convierte en frutos las semillas que hay en ti”.

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