El día de hoy será liberado en Suiza, por parte del Foro Económico Mundial (WEF), un nuevo índice que clasifica a los países en materia de energía. Su nombre es Índice de Desempeño de la Arquitectura Energética Mundial, y en él, de acuerdo con el foro, se “clasifica los sistemas de energía de 105 países desde una perspectiva económica, ambiental y de seguridad energética”.

México aparecerá en el lugar número 39 de la tabla. Los primeros cinco puestos serán ocupados por Noruega, Suecia, Francia, Suiza y Nueva Zelanda. Colombia aparece en el sexto lugar de la tabla (un logro importante para el gobierno del presidente Santos). El índice es una “herramienta” para la transición energética que está viviendo el planeta.

Lo que el foro hizo fue evaluar (junto con Accenture) cómo van evolucionando los sistemas energéticos que están configurados bajo diferentes “arquitecturas”. El reporte cita que el mundo requiere inversiones de 38 mil millones de dólares —de acuerdo con la Agencia Internacional de Energía— para dar los pasos necesarios y satisfacer la demanda en el año 2035.

El WEF echó a andar una metodología robusta para llegar a sus conclusiones. Para construir su índice elaboró un “triángulo” de varias dimensiones. Uno es el “desarrollo y el crecimiento económico”; otro la “sustentabilidad medioambiental”, y otro el “acceso y la seguridad energética”. A México le va mejor en esto último.

El secretario Pedro Joaquín Coldwell tiene a cuestas la tarea más descomunal del inicio del sexenio: la reforma energética. Prácticamente todos los analistas de bancos y casas de inversión dan por hecho que solo con la reforma energética se detonará el crecimiento. Ayer, Benito Berber, el economista en jefe de Nomura para América Latina en Nueva York, me dijo que con esa reforma y la fiscal, México podría crecer 4.5 por ciento; pero que si le añadimos alguna posible bonanza en Estados Unidos, el crecimiento se iría fácilmente por arriba de 5 por ciento.

Dice el foro que “el informe también analiza cómo los problemas en torno a las subvenciones a los combustibles fósiles, al uso de agua para la producción de energía y a la gestión eficaz de la riqueza en recursos deben tratarse de forma global”.