En espiral

'Nada pasó ese día, pues todo quedó en el mar que habita el caracol; nada pasaría después'.

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El Caracol de Carolina Luna está conformado por 17 relatos. En la hoja legal de la publicación se lee: “Este libro (cuyo título original fue Nombres de bruma y del cual se ha modificado una parte) obtuvo el Premio Estatal de Literatura en 1990, en la modalidad de Cuento, convocado por el Instituto de Cultura de Yucatán. 

El contraste producido por la poesía que brota de las imágenes descritas y la crudeza de las historias narradas hacen que estos relatos permanezcan en nuestra memoria. La fragilidad que nos inquieta en cada relato reside en la cotidianeidad que abruma y sostiene a los personajes, en la engañosa calma que precisan romper para poder continuar con su monótona existencia, con ellos vivimos el miedo y la atracción de quien se sabe bordeando el abismo.

Ahora que reviso de nuevo sus páginas, otros relatos me cautivan, quizá porque apelan a la nostalgia de aquello que conservamos en el recuerdo para protegerlo de la completa extinción.

Entremezclo pasajes de las historias que han sido y son mis favoritas:

El caracol: Nada pasó ese día, pues todo quedó en el mar que habita el caracol; nada pasaría después. Todo quedó ahí adentro, y si acaso algo lograba escapar, se cortaría de tajo con la orilla rota.

Letal por acontecimiento: El cielo liso, incoloro, redibuja flamboyanes cuando aminora la lluvia, y retornan nítidos los sonidos de vehículos semejando barcas que cruzan mares deleznables.

Antes y ahora: Conforme nos incorporábamos a la rutina, las ausencias aumentaban. Las más visibles, a saber: veletas, zopilotes, el pichel que llenábamos con agua de lluvia, el panadero en bicicleta, en fin. Pero la ausencia más incomprensible, [...] fue la de mi abuela, pese a estar ahí, con nosotros.

Parece que a veces es preciso cambiar de rumbo, familiarizarnos con nuevos paisajes, para que a nuestro regreso podamos advertir la belleza de aquello que considerábamos ordinario.

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