Encerrado en Televisa

Llegaron unos 300, 400 maestros sin gritos ni ganas de pelear. Se apropiaron de las aceras, a un par de metros de los granaderos que resguardaban las puertas.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Pese a trabajar en el centro de la ciudad, no había sido víctima de la violencia de los maestros. Ayer me tocó, en Televisa.

Eran las 10 y media de la mañana. Estaba con mis compañeros de Tercer grado en el desayuno de los miércoles, donde acordamos los temas del programa, cuando nos avisaron que los maestros se acomodaban tanto en Chapultepec como en Río de la Loza.

Seguimos las imágenes de las cámaras de seguridad. No pasaba nada espectacular. Llegaron unos 300, 400 maestros sin gritos ni ganas de pelear. Se apropiaron de las aceras, a un par de metros de los granaderos que resguardaban las puertas, y ahí se quedaron hasta las tres y cuarto de la tarde. Es decir, convirtieron a empleados y directivos en sus rehenes durante cinco horas. ¿Por qué? ¿Nos retuvieron como garantía para que un tercero cumpla qué? ¿O, meramente, fueron a castigarnos, incluidos el personal de intendencia, boleros, electricistas..?

Acostumbrada a estas suertes, la gente de Televisa soportaba con una resignada actitud de no hay de otra. Y sí, cuando los maestros imponen su ley, y la imponen día con día, no parece haber más que conformarse con las circunstancias y no caminar contra el viento. Y agradecerle a la providencia que uno no sufrió, perdió muchas horas, encontró un atajo o un buen guía.

Lo escribí ayer, lo repito hoy: a rascarse con sus uñas. Si tienes suerte, la libras; si no, jódete, ¡jó-de-te! Son ultrajes a la vista de todos. Pequeños, grandes, pero ultrajes escoltados por las autoridades. Del DF y el gobierno federal.

Tres meses y contando. 

Lo más leído

skeleton





skeleton