Entre el ángel y la bestia
El matemático, poeta y Patriarca de la antipoesía Nicanor Parra cumple 100 años. Recibió incontables premios incluyendo el Premio Nacional de Literatura de Chile y el Premio Cervantes.
El cinco de septiembre Nicanor Parra cumple 100 años, deslizando sentidos profundos bajo la denuncia de los sinsentidos. Patriarca de la antipoesía, llega a su centenario instalado en lo esencial, como cita José Ángel Leyva: “No más literatura francesa, no más Cervantes, sólo Shakespeare. Ya no hay tiempo para el ajedrez, sólo el enigma de Hamlet.”
Matemático y poeta, es difícil imaginarlo entre la exactitud y la “deconstrucción” o desmantelamiento de las palabras, provocando al lector sin concesiones. Como dice Carlos Peña, “inflexible e insobornable independencia de la que ha hecho gala durante ya un siglo”.
Así declara Parra: “Durante medio siglo /La poesía fue /El paraíso del tonto solemne. /Hasta que vine yo /Y me instalé con mi montaña rusa. /Suban, si les parece. /Claro que yo no respondo si bajan /Echando sangre por boca y narices”.
Parra ha recibido incontables reconocimientos, incluyendo el Premio Nacional de Literatura de Chile, el Premio Cervantes -llamado el Nobel de la literatura española- y, apenas en 2012, el Premio Hispanoamericano de Poesía Pablo Neruda, sobre el que declaró: “No es la primera vez que me dan un premio que no merezco y espero que no sea la última (...) Me querellaré contra quienes resulten responsables”.
Acumula panegíricos desbordados, en los que llega a ser considerado uno de los poetas vivos más grandes de Occidente. En su largo periplo le tocó convivir con esa generación grande de chilenos como Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Gabriela Mistral, pero instalado en otra orilla, la de la antipoesía, que fractura las estructuras formales.
Fedrico Schopf, su más erudito crítico, refiere que la antipoesía de Parra se destaca por desacralizar al “yo poético”, hacerlo descender de las alturas en las que lo había encumbrado el modernismo y regresar a la “oralidad”, al lenguaje coloquial que fue su rasgo más sobresaliente y, en su momento, el más chocante.
El mismo Parra nos avienta la idea de que ya en el siglo XVI la poesía inglesa había dado el paso a una poesía del habla, conversacional: “En realidad Shakespeare es un antipoeta”. Aunque comenta que Quevedo estuvo cerca: “Pero Quevedo no se liberó tanto porque Shakespeare escribió ya en verso blanco. El monólogo de Hamlet está en verso blanco.... no hay rima, no hay estrofa... ¡Eso es antipoesía por donde se mire!”.
Tal como este manifiesto de Parra: “Señoras y señores /Ésta es nuestra última palabra /-Nuestra primera y última palabra-: /Los poetas bajaron del Olimpo. /Para nuestros mayores /La poesía fue un objeto de lujo /Pero para nosotros /Es un artículo de primera necesidad..”
O esta provocación: “Resumen de la materia tratada hasta aquí: /Cervantes /un principiante que promete mucho /Shakespeare /un jovencito que dará que hablar”. Y su antisolemne epitafio: “Por una luz entre irónica y pérfida. /Ni muy listo ni tonto de remate /Fui lo que fui: una mezcla /De vinagre y de aceite de comer /¡Un embutido de ángel y bestia!”.