Entre mis labios y el viento
Será eterno aquí, pero si el silencio invade mi garganta, si el silencio enmudece su nombre entre mis palabras.
Nos fuimos consumiendo en desamor entre besos y rasguños, dejándonos marcas en la espalda, como buscando nuestras alas ante la ansiedad por aferrarnos a la vida, y por olvidar, sobre todo por olvidar, aunque sólo fuera por un segundo, o por un par de horas.
Y de segundo en segundo, entre cada hora, le fui buscando, le fui encontrando, en versiones más elocuentes, más dulces y más crueles, más caballerosas y más poéticas, más austeras. Fue así como alguna vez le encontré en los labios de un poeta, en el tatuaje que lleva el pasado y en la sombra de un manzano.
Fue en alguna de tantas noches que le encontré en la elegancia de un libro en francés, en la corbata de aquel traductor de rumano y en el silencio al amanecer.
Algunas veces le encuentro por casualidad en la mirada de algunos y en la risa de otros, pero nunca en los besos, nunca en los abrazos, nunca en los tequieros. Sobre todo en los tequieros.
Será eterno en mí, en la inexistente distancia entre mis labios y el viento, en la inexistente distancia entre mis palabras y el corazón. Será eterno aquí, pero si el silencio invade mi garganta, si el silencio enmudece su nombre entre mis palabras, si hago oídos sordos a este amor… SILENCIO no significa que haya dejado de ser mi adoración.