Entre olas

'El viejo y el mar' no tiene subdivisiones ni subtítulos; la edición no contiene índices ni prólogos; sólo hay ante nosotros la continuidad de las letras.

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“Era un viejo que pescaba solo en un bote…y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez”.

Con estas palabras inicia el libro que hoy leo para ti; un texto de unas cien páginas, editado en formato pequeño, en cuya portada aparece parte de la cabeza de un pez.

El texto no tiene subdivisiones ni subtítulos; la edición no contiene índices ni prólogos; sólo hay ante nosotros la continuidad de las letras, como el incesante oleaje del mar.

El autor del libro es el escritor y periodista Ernest Hemingway (1899-1961), y el título de su obra El viejo y el mar (1952), la cual recibió el Premio Pulitzer.

Hemingway explicó que escribió este texto en unas ocho semanas, y que lo consideraba su mejor producción literaria.

Entre las páginas del libro podemos leer: “…tengo la cabeza despejada…estoy tan claro como las estrellas…la luna y el sol también duermen…el océano duerme a veces…”.

Quizá a través de frases como estas, la escritura del autor nos revela la estrecha relación del hombre con su entorno natural, e incluso el vínculo de la naturaleza con el propio ser humano.

Las páginas del relato nos hablan de un hombre anciano y un joven muchacho, de peces y pájaros, de botes y anzuelos, de carnadas y estrellas; y a través de todo ello nos hablan de la amistad y de la solidaridad humana, de los ciclos vitales, de las necesidades y de las ilusiones que rodean nuestros días.

“No necesitaba brújula para saber dónde estaba…No tenía más que sentir la brisa y el tiro de la vela”, escuchamos decir al viejo del relato, y nos hace pensar en la comunión del hombre con su diario vivir, con la cotidianidad de sus rutinas, con la certeza de lo conocido, con todo aquello que, teniendo significado para nosotros, nos hace significar a nosotros mismos.

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