Entre Ratzinger y Pancho Villa

La actitud papal es tomada como un gesto autocrítico y por otros a la manera de una irresponsabilidad.

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México se convulsionó al conocer la infausta noticia de la renuncia del Papa a uno de los puestos de más influencia y poder. No solo por el tema religioso —a pesar de no gozar de particular popularidad debido a la carismática huella de su antecesor, hay una veneración por la figura vaticana que no se puede soslayar—, sino por el hecho de ejecutar una acción que por estas tierras no se estila y que además está mal visto.

Digo, en todo caso un compatriota solo renuncia voluntariamente a fuerzas si es por motivos de salud (que traducido significa que ya no hace juego con el mobiliario del sistema), o porque se consiguió una mejor chamba, y hasta donde se sabe el próximo ex sumo pontífice no tiene ni mejores ofertas en alguna trasnacional ni está pensando en irse a trabajar a Harvard. Y tendría razón, con eso de que ahí aceptan a cualquiera, esa universidad ya está muy desprestigiada.

La actitud papal es tomada como un gesto autocrítico (ya lo dijo Alejandro Martí, si no puedes, renuncia, cosa de la que ningún funcionario hizo caso, por muy mediocrales y chambones que fueran y que tanto abundaron en el gobierno calderónico), y por otros a la manera de una irresponsabilidad, pues la noticia se da en pleno carnaval como para darle el triunfo a los excesos del rey Momo, y además dejando en el desamparo las celebraciones de la Semana Santa.

Eso sin contar cómo nuestros cardenales de la localidad de inmediato se apuntaron para estar en las listas de los papables, aunque en Las Vegas, donde se están realizando las apuestas al respecto ni siquiera da color. Será por eso que a pregunta expresa sobre las posibilidades de don Norbeto Rivera, ejemplo de sabiduría y humanismo, el vocero de la alta jerarquía católica nacional, Hugo Valdemar, estuvo a punto de reírse.

Lo triste fue que, pese a las más altas tradiciones de la patria el distinguido Leonardo Valdés decidió anunciar que no buscaría la reelección en la nueva vieja banda TimbirIFE, inmediatamente después de haber declarado que la institución electoral es tan confiable como el Ejército y la Iglesia. Y yo pensé que el muy laico personaje agregaría en ese Olimpo al América y al gobierno priista de Chihuahua del señorito Duarte, que afirma estar inspirado en Pancho Villa.

Eso sí, la diferencia radica en que los villistas jusilaban pero también viriguaban, con Mr. César ni eso.

Ratzinger también viriguó pero no jusiló al padrote Maciel y sus secuaces.

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