Equidad

Necesitamos mirar de frente al problema y enfrentarlo como un desafío ineludible que nos compete a todos...

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No me gustaría, o por lo menos sentiría muy raro, si tuviera que trabajar dirigiendo una institución en la que la máxima expresión del éxito, y de haber realizado satisfactoriamente mi labor, fuera precisamente conseguir la desaparición de dicha institución, en el menor tiempo posible, por haberla convertido en una entidad cuya existencia fuera innecesaria.

Ese sería el caso, si algún día llegara a estar bajo mi responsabilidad el Instituto para la Equidad de Género de cualquier estado o municipio de este país o del mundo entero. Claro que no estoy interesado en aplicar para ese empleo, ni creo que ocurra que algún día me sea ofrecido, ya que ese tipo de institutos por lo general están dirigidos por una mujer, lo cual constituye la primera gran inequidad de género que habría que combatir. Y no me estoy refiriendo únicamente al hecho de que eso signifique la ausencia de oportunidades para un hombre capaz, inteligente y talentoso, que perfectamente podría cumplir con esa labor, sino también al hecho de que en algunos casos se ofrezca esa posición a las mujeres como una benévola y “generosa”, pero a fin de cuentas incompleta muestra de equidad. Ban Ki-moon, secretario general de las Naciones Unidas, ha señalado que “el logro de la igualdad de género requiere la participación de mujeres y hombres, niñas y niños. Es responsabilidad de todos”, y tiene mucha razón, ya que si consideramos que la equidad de género es un asunto que compete exclusivamente a las mujeres, estaremos brindando a gran cantidad de hombres una formidable excusa para no prestar atención al problema.

Equidad proviene del latín aequitas, aequitatis, que significa igualdad, y se define como la cualidad que consiste en dar a cada uno lo que se merece, en función de sus méritos o condiciones, sin exceder o disminuir.

El concepto de equidad de género es un factor clave en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que a su vez es un documento declarativo adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su resolución 217A (III) el 10 de diciembre de 1948 en París, y cuyo objetivo final es otorgar a las personas igualdad legal y social, independientemente de su género.

Kofi Annan dijo que “la igualdad de género es más que un objetivo en sí mismo. Es una condición previa para afrontar el reto de reducir la pobreza, promover el desarrollo sostenible y la construcción de buen gobierno”. Hace unos días conocí a una mujer de raza maya, que en un municipio de nuestro estado se encarga de esta responsabilidad, y me relataba con profunda preocupación algo que todos sabemos o suponemos, pero que muchas veces por vergüenza nos hace voltear la mirada: un muy alto porcentaje, excesivo diría yo, de mujeres en nuestras comunidades padecen hoy, en pleno Siglo XXI, profundas y dolorosas muestras de discriminación, violencia, injusticia, inequidad de oportunidades y muchos otros males. Necesitamos mirar de frente al problema y enfrentarlo como un desafío ineludible que nos compete a todos.

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