Todo este proyecto de reforma, con cierto aroma de rabia, parece la clásica estampa para dejar testimonio de lo que un grupo quiso hacer y no pudo, le digo a Manuel Camacho, senador del PRD, sobre la propuesta de reforma política electoral de 30 puntos que su fracción presentará junto con algunos panistas el 2 de julio.

Nada de rabia, me acota Camacho. “Es un paquete consistente de medidas que se han tomado en casi todos los países de América Latina y que han dado resultados en términos de gobernabilidad”, explica. “Eso es esta reforma: una renovación profunda del sistema político y no otro parche a la ley electoral”.

Un proyecto agresivo, sin duda: fiscalización de gastos durante las campañas, pérdida del registro a los partidos que rebasen los topes de gasto, nulidad de la elección por ese mismo motivo, sanciones penales a radiodifusoras y televisoras (incluye revocación inmediata de concesiones), facultades al Senado para desaparecer órganos electorales estatales, segunda vuelta en comicios presidenciales y de gobernadores, reelección legislativa y de autoridades municipales, ratificación de cargos del gabinete, encuestas, en fin. Una reforma que, seguramente, irá mucho más allá de la que presenten el gobierno y las cúpulas de PRI, PRD y PAN cohesionados por el Pacto por México.

—Pero no tienen los votos, Manuel.

—No tenemos los votos suficientes para sacar esta reforma, pero tenemos los votos suficientes para no quedar fuera.

—Me sigue pareciendo un esfuerzo testimonial, no van a ganar.

—¡Es que ya ganamos! Ganar es que nos iban a mandar una iniciativa mini y esa iniciativa ya no va a caminar.

Nos vemos el 2 de julio, pues.