El esfuerzo de parecer

Los precandidatos andan sueltos. Más allá de la hipocresía rayana en la esquizofrenia con que ellos y otros pretenden que esto no es precampaña, lo es, y en esa medida nos permite atisbar lo que nos espera en el futuro.

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Los precandidatos andan sueltos. Más allá de la hipocresía rayana en la esquizofrenia con que ellos y otros pretenden que esto no es precampaña, lo es, y en esa medida nos permite atisbar lo que nos espera en el futuro próximo.

Lejos de lo que ocurría en la prehistoria del fracaso democrático, en los años setentas y ochentas del siglo pasado, los aspirantes tienen como tarea central, casi todos, generar en el electorado imágenes idénticas. Sonrientes, frívolos, condescendientes con la tropa, vestidos para disimular gordura, estatura, oscuridad de la piel y, no se diga, desperfectos físicos, evaden a toda costa emitir opiniones propias, individuales o partidistas, sustituyéndolas por aquellas que, según diversos instrumentos, se concluye que son las cosas que a la gente le gusta oír.

Tratar de convencer a los ciudadanos de suscribir un programa político, promover cambios fundamentales que no motivan el aplauso inmediato, o que no pueden ser reducidos a una consigna -soundbyte, si Ud. no quiere que se piense que habla español- no sólo ha quedado atrás, sino que se considera una actitud torpe, cuando no francamente estúpida.

El objetivo no es ya alcanzar un consenso social mayoritario en torno a un programa político para así ganar las elecciones y llegar al poder para sacarlo adelante, sino reflejar tanto como sea posible las nociones más frívolas del electorado.

Promover ideas simples, agradables cuando no fantasiosas, siempre inútiles y sin posibilidad de contrastarse con la realidad. Con la vacua atracción de un anuncio de banco, procuran evadir la razón del votante para pillarle el sufragio.

Ya en su momento se gobernará con simpatía, corrupción y acciones que brillen, aunque sean irrelevantes, en una carrera contra el tiempo para evitar que una crisis estalle en los seis años en que se regenteará el poder y se garantizará el futuro económico de familia, socios y amigos. Después, que venga el diluvio.

En lo que sigue, veremos un largo desfile de candidatos pidiendo el voto para viajar a la tierra de la fantasía. Y su esfuerzo será exitoso, si los ciudadanos seguimos premiando las propuestas simplistas y atractivas, sin enfrentar como adultos problemas complejos que exigen soluciones complejas, muy lejos de las capacidades de estas deprimentes parodias de Barbis y Kenes.

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