Esperando una gran idea (no busquen en Toluca)

El documento que cambió la realidad de la relación bilateral y ha sido soporte de la economía mexicana hoy huele a viejo.

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Hace casi 24 años, la mañana del 27 de marzo de 1990, el Wall Street Journal publicó en su página A3 una nota fechada en Washington que decía: 

“Los líderes de Estados Unidos y México han acordado negociar un acuerdo de libre comercio entre las dos naciones, una medida que efectivamente crearía un mercado norteamericano común, dijeron funcionarios de la administración Bush.

“Funcionarios de ambos países sostuvieron reuniones privadas aquí a finales de febrero para negociar un acuerdo. México estuvo representado por el secretario de Comercio del país, Jaime Serra, y por el asesor económico del presidente Carlos Salinas, José Córdoba. Las fuentes afirmaron que los dos se reunieron con el secretario de Estado, James Baker; el Consejero de Seguridad Nacional, Brent Scowcroft; la Representante Comercial de EU, Carla Hills; el secretario de Comercio Robert Mosbacher y Michael Boskin, presidente del Consejo de Asesores Económicos.”

La mañana siguiente desayuné con Peter Truell, el reportero que firmó aquella exclusiva, en el hotel Four Seasons de Washington. Él me preguntaba quién era Córdoba, yo le preguntaba quién era Carla Hills. “Creo que esto va a ser muy grande”, me dijo acertadamente el inglés, pero nunca imaginamos lo que viviríamos los cuatro años siguientes: los cientos de funcionarios involucrados en las negociaciones, la oficina paralela a la embajada, los millones gastados en cabildeo de parte de las empresas estadunidenses, la lucha política de un sólido grupo de mexicanos por incluir en el acuerdo condicionantes políticas o ecológicas, los “acuerdos paralelos”, las objeciones de Clinton, los viajes secretos de Córdoba, la disputa por el capítulo petrolero, la batalla por los votos en el Congreso.

Eran tiempos de cambio, el fin del muro, de la URSS, la creación de la UE, y la región reaccionó. 

El documento que cambió la realidad de la relación bilateral y ha sido soporte de la economía mexicana hoy huele a viejo. Fue imaginado cuando internet era un sueño y los celulares inexistentes. La energía, por ejemplo, fue excluida. El autotransporte limitado.  

La relación se ha amorcillado, vive la mediocre normalidad. La frontera sufre. La migración es un desastre. El comercio se estanca. 

Muchas sonrisas, poca audacia.  

Urge una gran idea. 

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