Eruviel Ávila salió temprano por la mañana a matar el rumor. “No dejo la gubernatura”, me dijo. “Sería irresponsable aventar la toalla cuando, más que nunca, el Estado de México requiere firmeza y seriedad para atender el problema de seguridad”.

—¿Firme en el cargo?

—Me mantengo firme, con entusiasmo y seriedad. De ninguna manera ha estado en mis planes dejar el cargo, como se ha publicado.

Más que las palabras para cerrar esa poco probable versión, me llamó la atención la manera en que Eruviel está asumiendo la desgracia mexiquense, como la llamamos aquí apenas el 24 de marzo.

No perdió el tiempo en quejas estériles. Tampoco regateó que más de 3 mil policías estatales no han pasado los exámenes de control que deberían haber superado hace años.

Asumió, en cambio, los dos factores que, creo, podrían marcar un antes y un después en esas zonas devastadas por la delincuencia. Primero, la formación, ahora sí en serio, de una policía estatal, al parecer en la línea de la Fuerza Civil de Nuevo León. La llamarán Fuerzas Especiales de Seguridad y ayer mismo comenzaron a reclutar a los primeros 2 mil elementos selectos, a quienes pagarán un mínimo de 15 mil pesos mensuales.

Segundo, la convicción de que la victoria sobre el crimen no se dará en las estadísticas, sino en una mejoría incontrovertible en la vida cotidiana de la mayor parte de los 16 millones de mexiquenses. Es decir, solo se podrá levantar la mano cuando se extinga el infierno diario en Neza, Chimalhuacán, Los Reyes, Chalco, Ecatepec, Cuautitlán…

Buen discurso renovado para un gobernador al que le quedan todavía tres años y medio por delante.