La falacia de los impuestos

El régimen tributario permite a los más ricos aumentar sus inmensas fortunas, mientras todos los demás vivimos en condiciones semejantes o peores que las del pasado.

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El Senado de la República rechazó la reducción del impuesto a las bebidas azucaradas y estableció un límite a las variaciones a las que se sujetará el precio de la gasolina. Con esta decisión eliminó, debidamente, una de las medidas más regresiva de la propuesta inicial: se reducían los impuestos de las multimillonarias embotelladores y se abría la puerta para cobrar más, vía la gasolina, a toda la población. La eliminación de esta perla de las políticas fiscales Hood Robin (tomar de los pobres para darle a los ricos) no hace, sin embargo, que la carga de los impuestos sea equitativa.

Algunos activistas del capital insisten en reclamar que los impuestos son excesivos para las empresas, y que éstos se deben reducir. Proponen contribuir menos, y que el fisco recupere esa pérdida grabando el consumo, por ejemplo, cobrando el IVA en alimentos y medicinas. De esta forma, aseveran, el sistema sería más justo, pues no sería sólo un reducido número de contribuyentes quien asumiera casi toda la carga fiscal.

La realidad, sin embargo, desmiente esta leyenda urbana. México es el país de la OCDE que menos impuestos cobra, estando por debajo de otros como Chile y Turquía, pero también Dinamarca o Italia. En estos últimos, la carga fiscal es de más del doble que en nuestro país. Tampoco es verdad que los impuestos sean excesivos para las empresas y limiten la inversión. En los últimos 20 años, quienes más dinero tienen son los que más han aumentado sus fortunas. De acuerdo con Oxfam, mientras el PIB por persona creció 1%, el caudal de los 16 mexicanos más ricos se multiplicó por cinco; los cuatro mexicanos más ricos concentran el 9% de la riqueza del país; el 1% posee el 21% y el 10% el 64% de aquélla. Por su parte, 54 millones de mexicanos se encuentran en la pobreza, más de 20 millones de ellos en extrema pobreza. Las empresas no fracasan por la carga fiscal, sino por el saqueo interno bajo el corrupto principio de “empresa pobre, empresario rico”.

Lo que realmente ocurre, vistos los resultados, es que el régimen tributario permite a los más ricos aumentar muy rápidamente sus inmensas fortunas, mientras todos los demás vivimos en condiciones semejantes o peores que las del pasado. De toda evidencia, el dinero que el gobierno deja de cobrar se acumula en quienes más tienen.

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