Farsa del siglo

El resultado ya estaba –probablemente- pactado y el chapeadito de color se salió con la suya: ganó por unanimidad

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Si hay algo más farsante que varios candidatos a cargos de elección popular –existen sus excepciones-, en el sentido de que sonríen, estrechan manos, cargan menores de edad y apapachan a gente de la tercera edad, todo con el objetivo de ganarse una carretada de votos que los coloquen en cómodas sillas de presidencias municipales y diputaciones locales y federales, es el actual montaje de peleas súper millonarias de box.

En esta ocasión, el asunto es la tan cacareada pelea entre Floyd Mayweather y Manny Pacquiao, algo que se venía cocinando desde hace cinco o seis años pero que no cuadraba por los montos económicos a que, por supuesto, aspiraba el morenito de los Estados Unidos, mucho más que el famoso filipino.

Hace algunos años, cuando “Pacman” estaba en su apogeo y derrotaba a cuanto peleador osaba subir al ring a enfrentarlo, el pedante, farsante y hablador negrito (ojalá los también farsantes activistas contra la discriminación me perdonen la vida por decir esa palabrita) evitaba el pleito y sostenía que si se encontraba contra Manny, éste tenía que aplicarse una prueba antidoping. Era temor ante la avalancha que entonces representaba el tagalo.

Pero el tiempo transcurrió, “Pacman” acumuló algunos años y peleas más, sufrió castigo y en 2012, el bravo campeón mundial mexicano Juan Manuel Márquez, en su cuarto encuentro sobre el entarimado, le partió su “mandarina en gajos” al filipino.

Manny tardó en recuperarse pero al regresar a la actividad ya no era el mismo. En cambio, Floyd, con su espantoso pero efectivo sistema de pelea, de correr sobre el ring como si fuera un abanderado mexicano a cargo de representación popular que acelera el paso cuando se le pregunta si regresará a su distrito, una vez que consigue su propósito, mantuvo su trayectoria, boxeaba una vez al año, quizá dos, y se embolsaba millonarias sumas a cambio de ofrecer un espectáculo mediocre ante miles de aficionados que todavía creen que el box profesional, a esas alturas de mafias, es todavía un deporte honesto.

Pues bien, el resultado ya estaba –probablemente- pactado y el chapeadito de color (disculpen la palabreja, oh, valientes luchadores sociales contra la discriminación) se salió con la suya: ganó por unanimidad y, lo mejor para él, obtuvo más de 200 millones de dólares que, al quitarle algún porcentaje por impuestos, todavía le “sobrarán” algunos peniques para decidir qué comerán todos los días, por 20 ó 30 años, sus hijos, demás familia y los “chayoteros” que nunca faltan.

PRIMERA CAIDA.- Por ese tipo de pleitos, de tanta publicidad pero de espectáculo deplorable sobre el cuadrilátero, el boxeo ha perdido millones de adeptos y se ha convertido en un mega negocio para empresarios, manejadores y cuanto mafioso se acerque para montar las peleas de mucho nivel.

SEGUNDA CAIDA.- La llamada pelea del siglo es, para su servidor, el “fraude” del siglo.

TERCERA CAIDA.- Y en la pelea, Manny y Floyd parecían candidatos: mucho bla, bla, poco glu, glu.

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