Ficmaya 2015: desconsideraciones

Hubo espectáculos internacionales de primer nivel, aunque en su mayoría fueron prorrateados y traídos del Festival Cervantino de Guanajuato.

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Ahora que la bacanal denominada Festival Internacional de la Cultura Maya ha terminado, conviene hacer unas consideraciones –y desconsideraciones- sobre la edición del 2015, misma que aconteció del 16 al 25 de octubre en infinidad de sedes, en las cuales se dio cabida tanto a actividades académicas como a exhibiciones de cine, artes visuales y espectáculos musicales.

Con el tema de “La ciencia en el tiempo, el paisaje y la arquitectura del Mayab” y teniendo de invitados a Cuba como país y a Quintana Roo como Estado, en la página oficial se ufanan de haber contado con la presencia de 35 países, 179 sedes, 530 eventos, 2,500 artistas y 300,000 espectadores, todo en 240 horas. ¡Una verdadera locura!

Y es que el multimillonario dispendio apuesta por la cantidad y no por la calidad… Pero no me malentiendan, durante el Ficmaya hubo espectáculos internacionales de primer nivel, aunque en su mayoría fueron prorrateados y traídos del Festival Cervantino de Guanajuato. Esta es una excelente iniciativa, pero desgraciadamente mientras algunos eventos estuvieron llenos, otros tuvieron escaso o nulo público, pues la sobreoferta de actividades aparte de ser apabullante provocó que el impacto y el trabajo de promoción se diluyera, dando como resultado que muchos no se enteraran de tal o cual actividad o, lo que es peor, no tuviera la oportunidad de asistir dado que los horarios se montaban unos con otros.

Al margen de lo anterior, el exceso y la ambición totalizadora que caracteriza a este festival rebasó a sus organizadores, ya que fueron frecuentes las quejas tanto de artistas como de público en general en lo concerniente al sistema de boletaje y cortesías, ya que en varias funciones con costo se indicaba que todo estaba vendido pero al momento de los espectáculos resultaba que los foros estaban a un 80 por ciento de su capacidad, siendo estas butacas vacías reservaciones para funcionarios y amigos del Gobierno del Estado, mismos que fueron notorios por su ausencia, impidiendo a muchos ciudadanos el disfrute de algo que ellos pagan con sus impuestos.

Asimismo, la labor periodística fue entorpecida al no contemplar sitios para la prensa, pues creyeron que todos acudimos a tomar fotos y, por lo tanto, que debemos estar de pie. Tal parece que la figura del reportero o del crítico es desconocida para los coordinadores de medios del festival, con la consiguiente consecuencia de que uno acababa sentado donde no llegara otra persona, mientras que otras con boleto en mano se peleaban con los acomodadores por no respetarles sus asientos designados. La gratuidad de las cortesías en contraste con el boleto pagado acabó en lo mismo: desorganización. Todas las anteriores consideraciones omiten la mayor desconsideración: los mayas actuales.

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