Fiestas Patrias
El desfile cívico-militar en el sitio donde Andrés Manuel López Obrador lograba reunir a miles y miles de simpatizantes fue lo mejorcito del desfile.
Ya transcurrieron las fechas clave en el aniversario 204 del Grito de Independencia que clamara el cura Miguel Hidalgo y Costilla en aquel ya muy lejano 1810, en el marginado pueblo de Dolores, en Guanajuato.
Por segundo año consecutivo (y todavía le faltan cuatro más, ay Dios), el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, dio el “Grito” y salió al balcón del Palacio Nacional a saludar a una multitud que se congrega en el llamado zócalo de la capirucha mexicana.
Nada extraordinario. Un pequeño séquito de incondicionales rindiéndole pleitesía al mandatario; algunos invitados, como senadores y diputados federales; empresarios de rancio abolengo y otros y otras que sacaron a relucir sus mejores ropitas para la ocasión.
No faltó una conductora de televisión que adulara a la primera dama del país, Angélica Rivera –la Gaviota-, por su vestimenta cuando, la realidad, es que estaba espantosa.
Sólo faltó la dizque periodista y conductora de TV Azteca, Lily Téllez, para mirar casi con éxtasis canibalesco al presidente Peña Nieto, y mover su cabecita de manera afirmativa al primer gesto del “mero mero” de la nación.
Sólo basta recordar el triste programa televisivo donde Peña departió en una sesión de preguntas a modo con varios periodistas, entre ellos la tal Lily, quien sólo hizo el ridículo babeando cuando miraba al mexiquense.
Pero, en fin, cosas de las hormonas. El desfile cívico-militar en el sitio donde Andrés Manuel López Obrador lograba reunir a miles y miles de simpatizantes fue lo mejorcito. Disciplina, marcialidad y un despliegue impresionante de armamento, no para contrarrestar algún futuro bombardeo gringo, pero sí para detener a varios narcos y ponerle, de vez en cuando, un estate quieto al crimen organizado y, claro, gritar a pulmón abierto que la lucha se está ganando. ¿En serio?
Al fin y al cabo, más de lo mismo. En Yucatán, el mandatario Rolando Zapata Bello también cumplió por segundo año el ritual del “Grito”. Por supuesto, el secretario general de Gobierno, Víctor Caballero Durán, leyó minutos antes el Acta de Independencia. ¿Por qué Caballero y no algún otro funcionario de primer nivel? La respuesta sale sobrando.
Una multitud también hizo “moloch” en la Plaza Grande. Según las cifras oficiales (y alegres), más de 50 mil personas. Es posible, pero la gente reunida demostró civilidad y no se metió en problemas. Eso facilitó el trabajo de los cuerpos policiacos municipales y estatales.
PRIMERA CAIDA.- Un año más de recordar a los héroes que nos dieron patria, aunque cientos de personas no sepan ni el nombre del cura Hidalgo y menos el de José María Morelos y Pavón; qué decir de Allende y Aldama.
SEGUNDA CAIDA.- No es vacilada. Una simple encuestita entre los asistentes reveló que de historia saben o, al menos, recuerdan muy poco. No sabemos si porque en la escuela no le prestaban atención a los maestros o bien, porque éstos ya tenían las mañas oaxaqueñas educativas.
TERCERA CAIDA.- Ya qué. México es más que sus políticos y gente de escasa memoria.