Gabino Cué se dobla ante la CNTE
El Gobierno de Oaxaca, se propone castigar a todos esos ciudadanos que se organizaron espontáneamente para contar con maestros en las escuelas abandonadas.
Quienes lo conocen me hablan de un hombre inteligente y razonable. Ignoro si el ejercicio del poder, en tanto que implica una obligada cesión de atributos personales dictada por la perentoriedad de ciertos intereses, transforma tan radicalmente al individuo que esas muy visibles, y reconocibles, cualidades terminan por diluirse enteramente en la brega de lo cotidiano. Y me pregunto, también, si la política despoja inevitablemente a las personas de sus rasgos más entrañables y, al nivel de sus desempeños públicos —que es lo que cuenta—, los trasmuta en meros tramitadores de provechos de terceros.
En todo caso, yo pondría a Gabino Cué, en su condición de valedor incondicional de las hordas de la CNTE, en el polo opuesto de esos otros gobernadores —gente como José Calzada, en Querétaro, Carlos Lozano, en Aguascalientes, o el sorprendente Aristóteles Sandoval, que le está dando la vuelta a las cosas en Jalisco— que sí se desempeñan con gran solvencia en sus entidades federativas. No se puede decir lo mismo del mandatario de Oaxaca.
Y es que, señoras y señores, lo primero que te puedes preguntar sobre las decisiones que toma un gobernante es quiénes son los destinatarios directos de esas medidas o, mejor dicho, los beneficiarios. Y, en este sentido, uno pensaría que los intereses generales del ciudadano deberían de ser la razón primordial de las políticas públicas, más allá de que la necesidad de asegurar futuros triunfos electorales condicione algunas líneas de acción.
Pues bien, llevando esta interrogante a la ciudadanía oaxaqueña, la planteamos de la siguiente manera: ¿qué intereses son más importantes para la nación mexicana, los de los niños de Oaxaca o los de una organización magisterial que, dedicada primordialmente a exigir prebendas crecientes para su líderes y afiliados, se olvida de cumplir con su más perentoria obligación, la de impartir educación de calidad? Y, habiendo establecido deliberadamente este posible principio de desigualdad en lo que se refiere a la demanda de prerrogativas y privilegios, el Estado, como garante absoluto de derechos universales ¿a quién debería de atender en primer lugar? ¿Debe consagrar la educación de los chicos como una prioridad absoluta o, como ha ocurrido, puede dejar en el abandono educativo a más de un millón de escolares?
No estamos hablando de temas menores sino de un principio, por el contrario, que no debería ser siquiera discutido porque es absolutamente incuestionable: el derecho de los niños de México a ser educados. Pero, miren ustedes, nos encontramos en un país tan corrupto y envilecido —ahora sí, mexicanos, entonen gallardamente la cantilena “Oaxaca somos todos, Oaxaca somos todos”— que sacrificamos sin mayores escrúpulos el futuro de nuestra nación y abandonamos infamemente a nuestros niños. ¿Hay mayor atentado a la patria que ése? ¿Hay mayor ignominia?
Pero es que, por si fuera poco, luego de dejarlos sin clases a los menores durante casi tres meses, ahora el Gobierno de Oaxaca, encabezado por el señor de marras, tan sensato e inteligente, se propone castigar a todos esos ciudadanos que, en la desesperación, se organizaron espontáneamente (un paréntesis: no hay tal vez expresión más emocionante y emotiva de la soberanía del pueblo que esa decisión de tomar las cosas en sus manos para, con la fuerza de la razón, cambiar su destino) para contar con maestros en las escuelas abandonadas y, ayudados por los profesores de la Sección 59 del SNTE, ofrecer enseñanza a unos chavales tan ávidos de conocimientos como desamparados por el Estado mexicano.
Y así, la esperpéntica solución que ha encontrado don Cué a esta saludable sustitución, a través de su pernicioso Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), es imponer el regreso de la gentuza de la CNTE a punta de amenazas y sanciones. No se tienta el corazón el señor para ir directamente contra el pueblo oaxaqueño con tal de no incomodar a esos nefastos “maestros” a los que, por si fuera poco, ha recompensado con dádivas y pagos extraordinarios luego de que abandonaran sus empleos, además de cumplirles plenamente con el pago de sus emolumentos regulares en vez de echarlos de una buena vez a la calle.
Es la política pusilánime de quien no cree que el cargo que ostenta se lo debe a sus ciudadanos sino a esos grupos corporativistas que han sumido a Oaxaca en el más lamentable atraso educativo.
Justamente, hablando de traiciones, pobre estado, pobre país, con un gobernador que vende tan cínicamente a su pueblo.