Gobernador al borde del abismo

El arraigo de Jesús Reyna por presuntos vínculos con la delincuencia organizada marca un antes y un después a la lucha de la Federación contra la criminalidad en Michoacán.

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El arraigo de Jesús Reyna (hasta el viernes reciente segundo en el mando de Michoacán) por presuntos vínculos con la delincuencia organizada marca un antes y un después a la lucha de la Federación contra la criminalidad.

Así lo refleja la celeridad con que el procurador general, Jesús Murillo Karam, confirma que Reyna se reunió con cabecillas de la narcoviolencia en esa entidad.

De manera tácita se extiende carta de legitimidad a las acusaciones que hizo la ex candidata a la gubernatura del estado y hoy senadora por el PAN, Luisa María Calderón, quien también acusó a Fausto Vallejo de ganarle la elección… por haberse aliado a los Templarios.

La gastada frase “caiga quien caiga”, repetida ayer por el comisionado Alfredo Castillo, parece recobrar sentido.

El mensaje no va solo para los delincuentes obvios, sino a sus redes de protección, inclusive funcionarios que militan o trabajan en los gobiernos del PRI.

De probarse judicialmente que el segundo en el mando michoacano hacía mancuerna con La Tuta y sus secuaces, será muy difícil que Vallejo se mantenga en el cargo.

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