Gobiernos contrastantes

Con la democratización de los procesos electorales y la alternancia pudimos observar que de la misma manera que puede haber buenos gobernantes en todos y cada uno de los partidos, los puede haber peores.

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Aunque el voto de castigo va generalmente dirigido en contra de los candidatos del partido político que postuló al gobernante que conforme a la percepción popular ha tenido un mal desempeño, en mi opinión resulta más determinante para la actuación de cualquier mandatario y los intereses que defiende que la ideología que profesa su instituto político.

Con la democratización de los procesos electorales y la alternancia pudimos observar que de la misma manera que puede haber buenos gobernantes en todos y cada uno de los partidos, los puede haber peores, tal como sucede el día de hoy en el estado norteño de Sonora con Guillermo Padrés Elías que, con las siglas del PAN, lleva a cabo un gobierno conflictivo.

No resulta extraño que en una entidad marcada por la escasez del vital líquido que sus principales disputas giren en torno al agua, su posesión, distribución y conservación. Como se vio con el reciente desastre ecológico provocado por el Grupo México que, en la mayor mina de cobre del país, Cananea, no tuvo el menor escrúpulo en arrojar sus desperdicios letales a la corriente del río Bacamuchi, contaminando también el río Sonora, lo que privó a la población de 7 municipios de la fuente de vida.

En este apocalíptico contexto, una investigación periodística denunció que el circunspecto gobernador, en su escrupulosa administración, se mandó construir para su propio provecho nada menos que una presa en los terrenos de su rancho familiar, dejando de observar, obviamente, los trámites y requisitos legales, a más de la sospecha de haber usado fondos públicos para ello.

Su inopinada reacción de cesar, sin facultades, a los delegados federales de las instituciones agropecuarias, ambientales e hidrológicas resulta típica del truhan que, acostumbrado a no rendir cuentas ante nadie, ha sido pillado en la peor de las faltas. Infame resultó su respuesta de que para construir una presa no necesita ni autorización ni permiso de nadie.

Aunque la visión patrimonialista del poder no es exclusiva de Acción Nacional, el problema del sonorense puede verse como un asunto de desfase o, peor aún, de maneras contrastantes de gobernar. Porque en tiempos de Calderón, por ejemplo, lo más probable es que se le hubiera dejado imponer su voluntad, lo mismo que al Grupo México que, en la tragedia de “Pasta de Conchos”, en que murieron decenas de mineros, utilizó al “secretario de Trabajo”, Lozano, para evadir su responsabilidad y negar a los deudos una indemnización justa.

Como intentó hacer Padrés  cuando propuso saldar con menos de 50 millones de pesos el daño ecológico que la Federación tasó en 2 mil millones de pesos. Para colmo, su afán represivo le imprimió mayor virulencia a su pleito con los yaquis, en el que desacató las resoluciones del Poder Judicial.

Lo que contrasta con el desempeño de gobiernos como el de Rolando Zapata Bello que, además de su preparación y respeto por la ley, insiste en permanecer en contacto directo con sus gobernados para atender sus demandas, lo que le ha valido las mejores calificaciones y el reconocimiento de la gente.

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