Gratas sorpresas

Cerca del final: “Has sido un buen muchacho, y yo estoy deseando darte como premio lo que tú más quieras”.

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José María Sánchez Silva publicó en la década de los años cincuenta del pasado siglo la obra que leo, y que es la octava edición, hecha en 1970.

El libro es considerado una muestra de la literatura infantil-juvenil, y quizá por ello sus páginas albergan letras e imágenes, dibujos en blanco y negro y láminas en color.

La cubierta del libro es de color dorado, y en su portada aparece en un recuadro la figura de un monje, quien toca una campana, después de haber ascendido por escalones de piedra de los que emergen hierbas convertidas en enredaderas.

El texto está dedicado a Sara, hija del autor, a quien le hace saber que la historia que le narrará la ha oído él de su madre, siendo un niño; historia que él mismo ha contado tantas veces, que está consciente de que ha ido sumando transformaciones en el relato.

El autor nos comenta que aconseja la lectura de la historia a los niños, al igual que a los padres de los niños.

Yo leí el libro por primera vez siendo niña, y lo he re-leído en varias ocasiones; hoy, lo leo contigo.

Primera página: “Hace casi cien años, tres franciscanos pidieron permiso al señor alcalde de un pequeño pueblecito para que les dejase habitar…unas antiguas ruinas que estaban abandonadas…”.

Parte intermedia: “Había algunas sillas rotas, mesas, maderos y otros cachivaches, aunque mejor ordenados que los de la troje. En la pared de la derecha se veía algo así como una estantería con libros y legajos llenos de polvo…”.

Cerca del final: “Has sido un buen muchacho, y yo estoy deseando darte como premio lo que tú más quieras”.

…Casi lo olvidaba…el título…Marcelino pan y vino.

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