Guitarrista, Cecilio Perera
Cecilio reside en Austria, donde ha estudiado los secretos del cordófono más conocido de todos, y viene a Mérida por unos días.
Cecilio Perera Villanueva es guitarrista clásico, es yucateco y es un hombre dotado de la maravillosa cualidad de encantar a quienes a él se acerquen, con su arte y con su trato fino y cordial.
Cecilio está en Mérida por unos días –reside en Salzburgo, Austria, donde ha estudiado los secretos del cordófono más conocido de todos los cordófonos– y el miércoles 14 próximo, en el Peón Contreras, ofrecerá un concierto para beneplácito de sus paisanos.
Seguramente habrá un lleno, porque Cecilio es de esas rara avis que son profetas en su tierra.
La presencia del paisano Cecilio en el máximo templo del arte en Mérida –donde actuará con un programa que incluye piezas de su último disco a invitación de la Sociedad Artística Ricardo Palmerín, presidida por el maestro Luis Pérez Sabido (con precios de regalo dada la categoría internacional del intérprete que ha llenado teatros en Europa y Estados Unidos: $100 y $60)– me da pie para contarles a quienes no lo saben, puesto que la finalidad de estos apuntes no es enseñar a los eruditos sino acercar un poco de conocimiento al gran público (acotación al margen para acallar conciencias virtuosas y genios del mal), el origen de la guitarra (la palabra y el instrumento), que Cecilio pulsa con magistral destreza.
La guitarra es un instrumento de cuerdas o cordófono (que hace sonidos mediante cuerdas pulsadas). Las modernas guitarras tienen seis cuerdas y son instrumentos “para zurdos”, esto es que quienes las tocan hacen los movimientos más difíciles con la mano siniestra.
Está emparentada con el laúd –de hecho a los fabricantes de guitarras y otros instrumentos de cuerdas se les llama lauderos (a los que las tocan se les conoce como laudistas)–, la cítara (kithara en la antigua Grecia, instrumento dedicado a Apolo y usado en la educación de los niños), la sitar de la India, la lira, la chitara italiana, el banjo, el arpa, el ukelele y con todos los instrumentos de cuerdas pulsadas. Cecilio también toca con maestría el laúd.
Como casi todo en esta vida, la guitarra tiene orígenes remotísimos. Se asegura que hay evidencias arqueológicas de ancestros de la guitarra con mil años de antigüedad en lo que hoy es Turquía. Abuelos de la guitarra clásica o española (como la que toca Cecilio) llegaron a la Península Ibérica en el siglo VIII y se arraigaron junto con los árabes que se quedaron en esas tierras ocho siglos.
Lo que sí es cierto es que en los siglos XVIII y XIX evolucionó este instrumento hasta quedar como se le conoce ahora: de seis cuerdas
Antonio Torres implantó en 1780 el diseño de los refuerzos en abanico en la parte inferior de la tapa de la guitarra, hizo una caja más grande aunque del mismo peso y con curvas más amplias. Desplazó el puente a una posición más alta y aumentó la profundidad de la caja.
Este Antonio, a quien los guitarristas conocen sólo como Torres, se llamó Antonio de Torres Jurado. Nació en la Cañada de San Urbano, Almería, España, el 13 de junio de 1817 y murió en la misma Almería el 19 de noviembre de 1892.
Es si no el más famoso, sí uno de los más famosos luthiers, nombre que también reciben los lauderos y que tiene el mismo origen etimológico.
Cecilio, para volver con el paisano y rematar este escrito, es discípulo y hoy asistente de Eliot Fisk, de quien el más famoso guitarrista español, Andrés Segovia, dijo que es “uno de los artistas musicales más brillantes, inteligentes y mejor dotados de nuestro tiempo”.
Perera Villanueva, en cuyos genes late sangre vallisoletana (alguna parte de la cual también circula por las venas de quien esto escribe), tiene su base en Salzburgo (en cuyo Mozarteum asiste a Fisk en la cátedra).
Fisk es maestro de “una clase internacional de altísimo nivel, varios de cuyos miembros (Cecilio entre ellos) han ganado premios (Cecilio incluido) en los concursos más importantes del mundo”, dicen en la página web El rincón del guitarrista (www.guitarraclasica.com.ar).