¡Hasta luego!

"Cuando la muerte venga a romper sus ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban, ese día volverán a ver a aquel que les amaba y que siempre les ama".

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La muerte no es el final.- San Agustín de Hipona, doctor de la Iglesia  (354–430) 

Desesperación, angustia, aceptación, tristeza por las personas queridas que se van… y la ausencia que se hace presente. Es hora de hacer un balance y establecer  las prioridades. Hacer ajustes al “proyecto de vida”. A ratos,  parece que nos hemos salido del camino, que hemos olvidado cuál era éste. Emociones encontradas, estados de ánimo que se contraponen. Se vive la paradoja. Duelo por las pérdidas y la mente estancada. La vida enseña que lo único que hay es el “Ahora”, ¡no hay más! También enseña a través de las decisiones equivocadas y de las posibilidades desperdiciadas. Hay un sentimiento de añoranza y de tristeza. Tal vez, sea la puerta de un nuevo comienzo, más nunca la atravesaremos sin vivir el dolor y la tristeza. 

SAN AGUSTÍN nos comparte: 

“La muerte no es nada, sólo he pasado a la habitación de al lado. Yo soy yo, ustedes son ustedes. Lo que somos unos para los otros seguimos siéndolo, Denme el nombre que siempre me han dado. Hablen de mí como siempre lo han hecho. No usen un tono diferente. No tomen un aire solemne y triste. Sigan riendo de lo que nos hacía reír juntos. Recen, sonrían, piensen en mí. Que mi nombre sea pronunciado como siempre lo ha sido, sin énfasis de ninguna clase, sin señal de sombra. La vida es lo que siempre ha sido. El hilo no se ha cortado. ¿Por qué estaría yo fuera de su mente? ¿Simplemente porque estoy fuera de su vista? Les espero; no estoy lejos, sólo al otro lado del camino. ¿Ven? todo está bien. 

No lloren si me amaban. ¡Si conocieran el don de Dios y lo que es el cielo! ¡Si pudieran oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos! ¡Si pudieran ver con sus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso! ¡Si por un instante pudieran contemplar como yo la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!

Créanme: cuando la muerte venga a romper sus ligaduras como ha roto las que a mí me encadenaban y, cuando un día que Dios ha fijado y conoce su alma venga a este Cielo al que yo les he precedido, ese día volverán a ver a aquel que les amaba y que siempre les ama, y encontrarán su corazón con todas sus ternuras purificadas.

Volverán a verme, pero transfigurado y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando con ustedes por los senderos nuevos de la luz y de la vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás”. 

AMÉN. 

¡Ánimo! hay que aprender a vivir.

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