Himno pequeño y agudo
Déjame ser yo y sólo yo quien de espaldas te cante al ritmo del viento, atrapada entre tus ojos.
Haz de mí una Kiki de Montparnasse y retrátame de espalda, enmarcando un propósito acústico sobre mí; déjame sentir, escuchar aquel suave lamento entre cuerdas, déjame ser yo quien controle el ritmo del momento, déjame recrearte el sonido de las olas o ser la noche reflejada en el mar. Déjame ser yo y sólo yo quien de espaldas te cante al ritmo del viento, atrapada entre tus ojos, entre cuerdas como sólo tú me puedes retratar.
Y aquel suave aroma de ensueño será el estribillo de la melodía, provoquemos erotismo y escándalo, volvámonos pioneros ante la imposibilidad de vender esta obra, sorda, para los ojos, muda, para el corazón.
Expongamos el ritmo al desnudo, de espaldas, imaginando una ópera ciega para oídos ajenos, inválida por naturaleza, carente de aquello que ajenos a nosotros no entenderían, aquellos ajenos a nuestro amor, amor por la música, amor por los cuartos oscuros, amor por el amor.
Huyamos de aquí y permanezcamos enamorados, huyamos antes de que nos arrebaten el sonido de la felicidad, antes de que nos arrebaten las cuatro cuerdas donde pende nuestra pasión. Ocultémonos en sus sonidos pequeños y agudos, tras el oro del cantino, ocultémonos por el mundo haciendo música sorda, mientras estoy yo, desnuda, dándote la espalda esperando a ser retratada, como sólo tú lo sabes hacer.