Historias de la Riviera Maya “Zamá–Tulum”

¿De dónde, oh mar caribeño, heredaste ese azul turquesa?

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¿De dónde, oh mar caribeño, heredaste ese azul turquesa? ¿Por qué las cumbres de tus olas se coronan con penachos blancos, que nos recuerdan la grandeza de una diosa?

Los colores y el nombre de las ciudades del Mayab proceden de los misterios milenarios, de aquellas leyendas que quedaron guardadas en las páginas de la arena, secretos que cincelaron sus olas, que el mar se niega a sepultar y que hoy se despliegan ante ti para que conozcas las historias que me contaron nuestras sabias abuelas.

Ellas decían que el  nombre de cada lugar tiene una historia oculta, misteriosa y profunda, y que sólo quien ama y se sintoniza con su entorno y los seres que lo habitan, recibirá la esencia y simbolismo de la razón de ser de ese cielo, mar y tierra que le bendecirá, dándole sustento y protección, tal como lo hace nuestra madre naturaleza. 

Hoy abriré las páginas de la arena para contar la historia de la ciudad a la orilla del mar: Zamá, que significa amanecer, hoy conocida como Tulum, ciudad amurallada.

Si intentas llegar a ella por mar, contemplarás la gran barrera del arrecife que frena el paso, mientras un ritmo de peces que navegan se funde con los azules marinos, el paisaje es el marco de esa ciudad de fábula.

Debes bajar las velas para navegar con la suavidad y respeto hacia una de las portentosas construcciones de la humanidad. Mientras costeas, los delfines saltarán junto a la embarcación para dar la bienvenida a los visitantes y es entonces el momento perfecto para  recordar la forma de penetrar.

De las tres pirámides que se ven, se debe buscar el punto exacto donde se alinean con la luz del sol, esa es la puerta del mar a este paraíso, es un faro natural. De lo contrario la embarcación encallará en el arrecife.

Ahora que estamos en la ciudad te contaré la historia de mis ancestros, de la época de la gloria mística de los solsticios, en el tiempo en que el tiempo no se contaba como ahora.

En el sublime momento de la creación, la ciudad de Zamá apareció como una diosa del mar, sobre la soberbia cima de  un pedestal de piedra caliza; erguida frente al viento azul para capturar el oro de los madrigales; es el faro de la idea que da rumbo al navegante; ante a ella se arrodilla el Caribe, ella es la hija del sol.

Cuando llegaron los conquistadores con un hambre insaciable de dominio, esta ciudad del amanecer Zamá, donde en las noches de luna la Diosa Ixchel bajaba a danzar, decidió protegerse creando una muralla, así es como cambio a Tulum, pero no fue suficiente, tenían el peligro latente de ser invadidos.

Fue entonces que en una luna azul pidieron ayuda a la Diosa Ixchel para proteger a su gente, ella les entregó el Zaztún, la piedra sagrada, les pidió que reunieran a todos frente al mar: niños, mujeres sacerdotes, artesanos, escribientes y guerreros. Y al aparecer los primeros rayos de luna debían tocar la arena tres veces con el Zaztún. 

Fue en ese momento mágico que se abrió un túnel que pasaba  bajo las aguas, cuando el último maya entró las arenas nuevamente se cerraron.

El ruido de los loros y las chachalacas anunciaba el nuevo día, en los árboles cercanos ya estaba el canto del cenzontle de cuatrocientas voces. Pero la ciudad ya estaba vacía. Por eso cuando los conquistadores penetraron dijeron que la ciudad había sido abandonada.

La Diosa Ixchel hizo más por mis ancestros:     Ella protegió a la princesa maya, la guardó en huevo de jade en las profundidades de un cenote que aparece solamente en los días de la luna azul. Transcurrirá el tiempo terrestre y el tiempo del calendario de las lunas, pero el día que ese huevo surja de las profundidades y ella recuerde su linaje, los mayas nuevamente regresarán.

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