Hoy nos gana don Amadeo

Destaca la actuación de la OSY –protagonista, como quería Mozart, de la obra-, su director, el maestro Juan Carlos Lomónaco, y los actores.

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Don Julio –no el señor del tequila- cree, y  comulgo con él, que la prohibición de dar espectáculos con animales en los circos es un buen tema, no suficientemente discutido ni analizado por los legisladores que se dejaron engatusar por el Niño Verde y aprobaron esa disposición que, a partir del 8 de julio, entra en vigor en todo el país. Ya lo abordaremos.

Hoy nos gana el espacio don Amadeo Mozart que tuvo a bien, invitado por circunspectos señores y señoras yucatecos, venir a visitarnos en el Peón Contreras y traer de la mano de un garrido grupo de músicos, cantantes y realizadores una de sus grandes creaciones operísticas: Las bodas de Fígaro.

La noche del sábado 27, la Orquesta Sinfónica de Yucatán cerró su temporada de conciertos con la última puesta en escena de la genial ópera, considerada “revolucionaria” en su época –se vislumbraba ya Revolución Francesa y los nobles miraban con recelo a quienes se atrevían a postular ideas como las de la igualdad-, que retrata las relaciones entre un conde medio atarantado y sus pícaros sirvientes, pero más que eso retrata una época en la que la simulación y la hipocresía eran moneda de cuño corriente.

El argumento es de sobra conocido. Hoy quiero destacar la actuación de la OSY –protagonista, como quería Mozart, de la obra-, su director, el maestro Juan Carlos Lomónaco, y los actores, sobre todo a quien dio vida a Basilio y don Curzio –Miguel Suaste- y al graciosísimo Cherubino –Gabriela Thierry-, pero todos, desde los protagonistas Josué Cerón, como el Conde de Almaviva, e Irasema Terrazas, como la Condesa, hasta Enrique Iglesias, Fígaro. Aplauso especial para el director de escena, Horacio Almada.

Quedó de manifiesto el talento yucateco con los alumnos del Taller de Opera de Yucatán, y en maquillaje, vestuario y escenografía. Felicitaciones al Patronato de la Orquesta Sinfónica y el Fideicomiso Garante y a la Secretaría de la Cultura y las Artes. Somos afortunados al tener aquí representaciones más que dignas de la ópera, un género rico en lecciones de vida.

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