ICA y la parábola del Ferrari por terracería
Los miembros del consorcio coincidieron en que la decisión de parar el tren de la línea 12 del Metro fue exagerada y desprovista de protocolos.
Si yo le vendo un Ferrari y usted lo lleva por terracería, no es mi culpa. La obra de la Línea 12 estuvo bien, pero lo de la operación y la decisión del tipo de trenes fue ajena a nosotros”, dijo ayer Bernardo Quintana, presidente de ICA, en una charla donde su empresa y los socios del consorcio plantearon su postura luego del escándalo con la Línea Dorada.
Cintia Angulo, de Alstom; Antonio Gómez, de Carso; Alonso Quintana y su padre, Bernardo, de ICA, se sentaron a explicar su parte de la historia.
Fue él mismo quien dejó entrever que este era un problema con un trasfondo más político que técnico. “Faltó mantenimiento e influyó mucho el cambio de administración en la ciudad. Los nuevos se enojaron al ver que el mantenimiento les iba a costar más caro”, explicaba Quintana.
Según los directivos del consorcio, tanto Miguel Ángel Mancera como Joel Ortega les pidieron que siguieran trabajando en la línea a pesar de haber terminado la obra con la promesa de que “después les vamos a pagar”… incluso hubo reuniones con ellos el sábado previo al martes del cierre de estaciones. El consorcio siguió en el proyecto con la promesa de una regularización futura y de un contrato formal. “Fue hasta una sorpresa para nosotros la decisión del cierre de la línea”, afirmaba Quintana.
En la misma sintonía, Cintia Angulo agregó: “es una cuestión de honestidad intelectual de nuestro cliente (el GDF). Estamos tan seguros y tan documentados de que nuestra obra está bien, que estamos seguros que seguiremos teniendo obras en todo el país”.
Los tres socios pusieron a disposición de la prensa todos los documentos y certificaciones que indican que la obra se terminó correctamente. Incluso en ellos estaría una recomendación por escrito donde exponían su opinión acerca de los trenes que la CAF decidió comprar un año y medio después de licitada la obra. “Los carros que eligieron iban a necesitar más mantenimiento”, recuerda Quintana.
Los miembros del consorcio coincidieron en que la decisión de parar el tren fue exagerada y desprovista de protocolos. “No era una situación como para amarrarse a una bandera y tirarse del Castillo de Chapultepec”, dijo Quintana. “Los trenes son absolutamente seguros y pueden circular sin problemas. No vimos ni vemos riesgo de descarrilamiento”.
Eso sí, como en la parábola del Ferrari de Quintana, los costos de las refacciones por andar en un terreno menos amigable que el que recomienda la marca serán más caros.