El imposible y peligroso regreso a la normalidad

Existe una especie de intención de EPN de cerrar un capítulo como quien tropieza, se sacude el polvo y vuelve a arrancar como si nada hubiera sucedido. Pretender que nada pasó y volver a la normalidad sería la muerte.

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Leo y vuelvo a leer el discurso del presidente Peña Nieto en el Estado de México hace un par de días y me preocupa porque descubro una especie de intención de cerrar un capítulo como quien tropieza, se sacude el polvo y vuelve a arrancar como si nada hubiera sucedido.

De Ayotzinapa dijo, entre otras cosas, que habían hecho una exhaustiva investigación y “hemos sido los más sensibles al tema, los más solidarios. Hemos atendido puntualmente desde lo personal y a través de los funcionarios responsables de la investigación, a los padres de familia a quienes embarga esta pena y este dolor”.

Sobre la casa anunció lo que pasaría más tarde: la explicación en voz de su esposa de sus ingresos y sus propiedades, a lo que la señora Rivera añadió que traspasaría el contrato de la casa de Aragonés. El Presidente ayer dio a conocer su declaración patrimonial completa.

Ha escrito Jorge G. Castañeda: “Recular y rectificar cuando las cosas salen mal es un atributo que pocos políticos poseen. Entender por qué salieron mal es una condición necesaria para evitar repeticiones. Peña Nieto y su equipo hacen muy bien lo primero y muy mal lo segundo”.

Nada sería peor para esta administración y los cuatro años que le quedan, que el Presidente y sus cercanos, después de las acciones de los últimos días, pensaran que es hora de volver al business as usual; reformas en acción, mover a México…

Podría arrancar por un cuarteto de decisiones sencillas:

Una: lo que el Presidente hizo ayer, que sea ley para todos. Nunca más declaraciones patrimoniales sin detalles. Y que sea ley para gobernadores y presidentes municipales con todo y sus gabinetes. Sin pretextos ni tardanzas. Si quieren ser servidores públicos que se sujeten al escrutinio público. Muchos países lo hacen, nada malo sucede.

Dos: Poner toda la fuerza de Los Pinos en establecer un verdadero sistema de rendición de cuentas y anticorrupción con base en lo que las organizaciones sociales han entregado y trabajado con el Congreso y causa escalofrío en los partidos.

Tres: Hacer que el borrador de la Ley de Transparencia, construido con organizaciones de la sociedad civil, hoy en el Senado no sea mutilado por los partidos.

Cuatro: Revivir aquella iniciativa para regular la relación de dinero entre medios y gobiernos.

Y obligar a la mayoría priista a legislar.

Así de sencillo.

Pretender que nada pasó y volver a la normalidad sería la muerte.

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