Incertidumbre

Las cúpulas empresariales han decidido que debe ganar Margarita Zavala y que el presidente y su partido deben hacerla de patiños....

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Indeseable para la economía, por desestimular o retrasar la inversión, la incertidumbre resulta, sin embargo, una cualidad apetecible en las contiendas electorales que se precian de ser democráticas. De ahí que se hayan concebido diversos instrumentos, como las encuestas de opinión, para intentar restarle el grado de inseguridad a las elecciones, cuyos resultados son cada día más difíciles de predecir, sea por situarse en el limbo de los empates técnicos, por la cada vez mayor franja de indecisos o simplemente por la primera causa de desconfianza: que los entrevistados no respondan con la verdad. El triunfo de Trump resulta paradigmático de cuando los electores se avergüenzan de su voto.

Tecnicismos y justificaciones aparte, lo cierto es que en relación con 2018 se ha corrido en México la especie de que las cúpulas empresariales, cuya punta de lanza son los medios de comunicación, la televisión abierta, con el objeto de restarle incertidumbre a las elecciones presidenciales, han decidido que debe ganar Margarita Zavala y que el presidente y su partido deben hacerla de patiños.

Para ello echan mano al mismo tiempo de los expedientes del “voto útil” que entronizó a Fox y del terror a AMLO, que posibilitó el gobierno de Calderón.

No obstante, desde que ganó Trump, la ex primera dama  no las trae todas consigo, ya que primero deberá someter al C Anaya, presidente del PAN, que tiene, aunque no lo asuma consecuentemente, idénticas aspiraciones. Por otra parte, resulta predecible que, si obtiene la candidatura, tenga que afrontar una campaña dedicada más que nada a negar que su gobierno sería una reedición del calderonato.

El que está en su momento y cabalga en caballo de hacienda es Andrés Manuel López Obrador con su “Morena”, ya que, además de que internamente no hay quien pueda disputarle la candidatura, la dosis de sensatez a que ha sometido su radicalismo y su apertura a los medios de comunicación le están dando resultado, pues la gente le está perdiendo el miedo, además de que lo ha favorecido la “contrapropaganda” que le han hecho sus detractores al compararlo con Trump y con Fidel Castro, que lo presentan como posible ganador y, contradictoriamente, acentúan su carácter antisistémico.

Quien, manteniendose en su aburrido protocolo, baila con la más fea es el PRI que corre el riesgo de que el que gane la interna no pueda despertar el entusiasmo imprescindible para resultar victorioso. Tal vez ahí convenga introducirle a la contienda nacional una gran dosis de incertidumbre, echando mano de candidatos no convencionales, como Ivonne Ortega en su papel de caballo negro, o de alguno proveniente de la “sociedad civil”, una persona prestigiada sin filiación partidista, como, por primera vez, lo autorizan  sus estatutos.

Hoy, más que nunca, la incertidumbre es característica de nuestra democracia.

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