Injertos textuales
Carlos Chimal escribe textos en los que se apega al conocimiento científico, pero utiliza la literatura para circular estos saberes de una manera más personal y más cercana.
Carlos Chimal escribe textos híbridos en los que combina ciencia y arte. Se apega al conocimiento científico, pero utiliza la literatura como medio de transporte para circular estos saberes de una manera más personal y, por tanto, más cercana. La novela El viajero científico se publicó en 2002 en la Serie Circular de Alfaguara Juvenil. La estructura es el itinerario que recorren los personajes principales –un tío y sus tres sobrinos– como pretexto para reflexionar acerca de los más importantes descubrimientos de la ciencia en la época antigua, moderna y contemporánea.
No se limita a enlistar nombres de reconocidos científicos, describir artefactos o a exponer teorías y conceptos; el conocimiento enciclopédico está presente en la obra, pero viene entretejido en la aventura que emprenden los tres chicos con su tío. De esta sutil manera, nos permite notar los alcances de los descubrimientos sobre los cuales se fundamenta nuestra forma de entender e interactuar con la realidad.
Como prueba de esta perfecta mezcla en la escritura de Chimal, alternaré citas poéticas y científicas para atraerte a su lectura:
'Mirando cuidadosamente un péndulo, Galileo se dio cuenta de que cada balanceo tomaba el mismo tiempo, sin importar cuán largo fuera. Luego lo explicó en términos matemáticos, convirtiéndose así en la primera persona en utilizar números para describir cómo un objeto se mueve'.
'Como muchos otros jóvenes citadinos, sólo conocían la felicidad impune de lo hecho a la medida y no sabían si la estaban disfrutando o padeciendo'.
'Estoy convencido de que los científicos deben de conservar una reserva mínima y cotidiana de entusiasmo mayor y tratar de no perder la capacidad de maravillarse'.
'Si se sabe cuándo salir a escena y en qué instante cerrar la boca, entonces se descubre el talento y se saca provecho de las limitaciones'.
Leyendo comprobamos que arte y ciencia están compuestas por el mismo elemento esencial: la imaginación.