¿Qué más podemos hacer en 2014? ¿Acabar con el corporativismo y las políticas clientelares de papá Gobierno? ¿Mandar a sus casas a todos esos diputados rentistas premiados a dedo por sus partidos (sin sueldo y sin viáticos y sin prebendas, desde luego)?

¿Suprimir los absurdos e imbéciles trámites que ha ideado nuestra estorbosa burocracia? ¿Despedir pura y simplemente a todo aquel maestro que deje abandonados a sus alumnitos con el pretexto de ir a defender sus “conquistas sociales”?

¿Reglamentar sensatamente la protesta de los manifestantes en las calles de nuestras ciudades para que no sean sus indefensos habitantes quienes paguen las consecuencias al haber bloqueos y actos vandálicos? ¿Acabar con los monopolios y que uno pueda así comprar los refrescos y las cervezas de su preferencia en todas las tiendas y en cualquier restaurante?

¿Crear una, dos o tres nuevas cadenas de televisión abierta? ¿Suprimir los subsidios a los energéticos para no tirar a la basura colosales cantidades de recursos públicos —dinero salido de nuestros bolsillos, no lo olvidemos— que podrían entonces utilizarse para construir hospitales, carreteras, guarderías, escuelas, universidades y centros comunitarios, o para promover políticas sociales que beneficien a los pobres de este país?

¿Arreglar de pies a cabeza el aparato judicial de la nación para que la impartición de justicia deje de ser ese aterrador cochinero que tenemos ahora? ¿Construir decenas de nuevas cárceles y meter ahí a todos esos individuos —irrecuperables, a estas alturas del partido— que son un peligro para la ciudadanía y una amenaza para el futuro de la nación, en espera de que las acciones de prevención comiencen a surtir efecto? Ustedes dirán…