Los jefes/Los cachorros
Están acompañados de cinco relatos adicionales cuyas historias invaden subjetividades...
Cierto es que las portadas de los libros son ventanas a la interpretación personal, seducen. De momento encontramos una imagen que nos llama pues hemos clavado los ojos en ella porque algo nos atrajo. Se tendió un puente entre la historia de la imagen y nosotros. Se trata también de algún tipo de armonía temporal, como cuando los ojos buscan mirar algo específico y encontramos reposo placentero al tenerlo de frente; puede ser físico y albergar hojas con letras impresas, o puede ser humano y guardar sonrisas, momentos. Aquí vamos a mirar a través de letras.
Hay una fotografía en la portada del libro que nos ocupa, comparto que es un adolescente que mira de perfil con el cuerpo de lado. Sus ojos son rasgados, están vivos; lo adornan dos cejas arqueadas que sonríen por él. La nariz es amplia y chata. Con los dientes superiores presiona el labio inferior y su rostro cambia; sus puños cerrados en posición de guardia hacen que miremos el pequeño músculo que tiene en el brazo derecho y sobre la piel aparece un tatuaje que vivirá el tiempo que la tinta de la pluma dure.
Para Mario Vargas Llosa, Los jefes (1959) significó el primer premio literario. Posteriormente, en Los cachorros (1967) hay una continuidad en el crecimiento literario del autor, en su estilo y en la madurez de sus letras. En ambos textos, los personajes que dan vida a las historias aparecen también como reflejo de los conflictos sociales y consecuentemente personales. Representan la violencia y la injusticia desde las voces de unos jefes adolescentes que pelean por igualdades escolares. Otros son cachorros humanos cuyo carácter latente se refuerza a cada etapa; unos crecerán, otros morirán.
Los jefes y Los cachorros están acompañados de cinco relatos adicionales cuyas historias invaden subjetividades. Las circunstancias impactan y los finales violentan las esperanzas. Los gestos, risas, impulsos, desdichas y destinos de los personajes, quedan grabados en una escritura que fluye en una redacción impresionante, las voces hablan al mismo tiempo, dialogan y nos miran; estamos ahí.