De pasteles y fiestas

Procopio y Fundamenta se casaron y en el jolgorio sobrevino la confusión: llegó un pastel que no era el de la boda, aunque al final todos quedaron felices y contentos...

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Notable circunspección rodeaba a los asistentes al matrimonio de Procopio y Fundamenta. La iglesia del Contorno del Octavo Anhelo ofrecía en su amplio anexo la fiesta de bodas de los felices contrayentes.

Con la sana alegría que da beber cola, sidra pino, agua de jamaica y horchata, los invitados proferían loas a la agraciada pareja que emocionada bailaba el vals de rigor.

En ese ínter, Rímel, encargado del banquete, ofreció generosas raciones de pastel. El grupo Cumbiason amenizó el convivio interpretando canciones de moda.

Una hora después el ambiente en el local rebosaba de contento. Comentarios que subían de color, risas descompuestas.

Las carcajadas de los abuelos y tíos se desbordaban a través de un escenario de gozo y comprensión. Como nunca antes Rosimiro Cayetano, administrador del templo, era testigo de tal alarde y daba gracias al Señor por permitir una manifestación festiva tan acertada, elogiando lo bien que la estaban pasando.

Cumbiason, motu proprio, regaló dos horas más de música sabrosa y desobediente. Soleano Petz, padrino de los novios, ofreció otras dos y todo era cuento de no acabar.

Al mismo tiempo, en el salón de fiestas “El Manifiesto” había caras largas. Los directivos del Sindicato de Pasoneros, AC, que con tanto tiempo habían planeado el festejó de sus primeros veinticinco años no hallaban explicación.

Si bien las cubas y la cerveza agregaban alegoría al fiestón, no era ni por asomo lo que tenían previsto después del consumo del postre. Pasada la hora del subidón esperado, se designó un propio a que fuera a averiguar con el proveedor del pastel, quien, alarmado y lleno de disculpas, aceptó el error.

El personal de entregas, confundido, llevó la tarta sindicalista a una fiesta religiosa. Ni tardo ni perezoso, ofreció un tiramisú sustituto a la brevedad y puso a disposición diez cartones de León y una caja de Bacardí como compensación temporal.

Así, como sea, la podremos pasar, pensó la presidenta sindical. Tomando brevemente la palabra, ofreció una disculpa a los socios y la solución propuesta en camino.

Razonablemente entonados, los allí reunidos, gente experimentada en el uso recreativo de material didáctico, cerraron filas con sus representantes. Organizaron rifas y moderaron el consumo. Total, hay más tiempo que vida, se dijeron.

¡Vaya biem!

Lo más leído

skeleton





skeleton