¿Eres de aquellos que añoran jugar en la calle con sus vecinos, donde inventaban un estadio de futbol con cuatro piedras y una botella aplastada? Entonces quizá ya no seas un joven para la OMS, que describe a la juventud como una etapa de la vida entre los 19 y 30 años, donde el ser humano tiene las condiciones óptimas para el desarrollo de sus potenciales físicos, cognitivos, laborales y reproductivos. Aunque otras organizaciones la han descrito como el momento perfecto para hacer brillar nuestra vida y luchar por nuestros sueños.

El joven es un ser “aventado”,  capaz de luchar contra la tempestad por alcanzar sus objetivos y, en la mayoría de los casos, sin rendirse o renunciar a aquello que ama, son personas que siempre desean experimentar más de la vida.

Sí, es verídico que muchos de ellos se quedan sentados sin hacer nada, pero la falta de motivación que le da el adulto es un factor clave, pues nos encontramos con una adultez que se ha encargado de demostrar por medio de su actitud y los medios de comunicación que el dinero, la belleza física y el poder lo son todo. 

Pero, ¿qué ocurriría si los adultos olvidaran la definición de la OMS, decidieran ser el ejemplo para los jóvenes, actuaran como si fueran uno y con ello dieran el ejemplo? No es tan complicado sentirte joven cuando te das cuenta que aún tienes sueños por cumplir y metas por alcanzar.

La edad sólo demuestra una “juventud acumulada” que trae consigo experiencia, componente que nos falta a los lozanos. Ya puedes hacer desaparecer los miedos y dejar de poner el pretexto de que tienes mucho qué perder, que no tienes tiempo o que ya estás cansado, porque quien no arriesga no gana y quien no le pone magia a su vida no es feliz.