Kafka en el campo de guerra mexicano
El escritor exploró desde varios ámbitos el tema de la normalización de la violencia en México. La manera en que nos hemos acostumbrado al horror y la debilidad del Estado para contenerla.
Guadalajara, Jalisco.— En México, la víctima se sabe afuera de un edificio vasto y laberíntico y, a la vez, cercano. E indefensa como en la parábola de Franz Kafka “ante la ley”. Un campesino, víctima de alguna injusticia, se halla frente a la puerta de la ley cuyo guardián ha de impedirle el acceso y hacerle gastar su tiempo en una plática dispersa que desata preguntas y respuestas sin fin. Exasperantes.
La víctima escucha al guardián decir: “Si tan grande es tu deseo de entrar, inténtalo. Pero recuerda que soy muy poderoso. Y el último de los guardianes.
Entre salón y salón hay otros guardianes, de mayor poder que el anterior. El tercer guardián es tan terrible que yo no puedo mirarlo siquiera”. Pasan los años y la víctima envejece. Ya moribunda solo le resta una cuestión: “¿Por qué en todos estos años nadie más que yo pretendió entrar?”. El guardián responde: “Porque esta entrada estaba solo para ti. Ahora la cerraré”.
El párrafo anterior es un fragmento de Campo de guerra, el trabajo de Sergio González Rodríguez que en abril de este año ganó el premio Anagrama de Ensayo y que ayer tuve el gusto de comentar en la Feria Internacional del Libro.
El ensayo de Sergio cierra una trilogía de la violencia que antecedieron dos muy buenos libros: Huesos en el desierto y El hombre sin cabeza, en que el escritor exploró desde varios ámbitos el tema de la normalización de la violencia en México. La manera en que nos hemos acostumbrado al horror y la debilidad del Estado para contenerla.
Decía Sergio ayer en la presentación, no sin razón, que tal vez estemos viviendo el peor de los momentos de la última década por la evidencia abrumadora de la incapacidad institucional no solo para contener a los criminales, dar justicia a las víctimas e intervenir en los territorios; sino de alguna manera ser mediadora en una conflictividad social, polarización, desesperanza y violencia doméstica no vista en años.
Decía Sergio también que sin el poder aventurar demasiado está seguro de que las soluciones tienen que ser de una creatividad que hasta ayer, al menos, no se había visto y que a partir de enero, en un nuevo ambiente electoral, las cosas solo podrían ponerse peor.