Kafka y sus muñecas
Un año antes de morir vivió una experiencia que renovaría sus ánimos vitales.
Cada cosa que amas es muy probable que la pierdas, pero al final el amor volverá de una forma diferente.- Franz Kafka
Un año antes de morir Franz Kafka vivió una experiencia que renovaría sus ánimos vitales, ante la tuberculosis que lo aquejaba de manera crónica e ineludible. Paseando por el parque Steglitz, en Berlín, encontró a una niña llorando porque había perdido a su querida muñeca. Para consolarla, el escritor le dijo que la muñeca no se había perdido, sino que se había ido de viaje, y él, cartero del rey, tenía una carta que le llevaría al día siguiente: “Por favor no me llores, he salido de viaje para ver el mundo. Te voy a escribir sobre mis aventuras”.
Sobre esta anécdota Salvador Lemis realizó la dramaturgia de “Kafka y la niña de la muñeca perdida”, dirigida por Nelson Cepeda Borba Teatro, como parte de la temporada 2016 del Centro Cultural Olimpo. ¡Cartero, cartero…!, grita Nelson cuando entra al recinto, repartiendo cartas entre las butacas llenas de niños sorprendidos ante la experiencia del teatro infantil. Así se inicia la obra, que cuenta con las actuaciones de Luis Yamá (Kafka), Glendy Cuevas (niña) y Gabriel Moreno titiritero/mamá/la muerte.
La escenografía se compone de dos arcos que recuerdan al estilo Art Noveau cultivado por Alfons Mucha, quien también era checo igual que Kafka. Sobre estas estructuras del escultor Rosendo López se hizo una proyección de videomapping, a cargo de Luis Ramírez, interesante recurso multimedia para hacer más ágil y atractiva la estética visual del montaje, en especial para un público tan exigente, acostumbrado a efectos de última generación.
La obra, aunque es de corte infantil, no lo resulta tanto dada la temática, que deviene en una crónica fantástica y agridulce de los últimos días del autor de “La metamorfosis”. En ese sentido, resulta un acierto que el texto tenga dos lecturas: la de la niña y la muñeca, que apela a los niños; y la de Kafka y su pareja Dora, que atraviesan una crisis afectiva dada la mala salud del “artista del hambre” nacido en Praga.
Todos estos elementos actorales y escénicos conforman una emotiva pieza, aderezada con música como “L´amour”, de Carmen, y canciones propias como “Arriba el corazón”, que se puede intuir como metáfora del desenlace que alude a la desaparición física de Franz. Si acaso un reproche: a ciertos nombres complicados y algunas frases cuya información resulta excesiva para los niños, que sólo desean inmiscuirse en la historia sin tantas acotaciones de corte histórico y realista. La última función es mañana a las 12 i.m. Ojalá después forme parte de algún programa de teatro escolar.