La brutal y necesaria narrativa de Heli
La cinta mexicana de Escalante muestra la violencia desde la intimidad con una violencia más allá de cabezas que ruedan o cuerpos que cuelgan.
Tal vez el principal valor de Heli, la película de Amat Escalante que ganó el premio a la mejor dirección del Festival de Cannes, es que todo es obvio. Todos los personajes actúan como uno imagina que actuarían. Educados los últimos años por la narrativa de la violencia, la pobreza, la tortura, el asesinato, la disciplina militar y policiaca, los degollados y la inocencia perdida, Escalante ha sido cuidadoso para no hacer de más. Brutal e incómoda, nunca se siente que exagere.
Eso sí. Se ha resistido a quitar la cámara como lo hacían hace medio siglo los directores americanos cuando una pareja se empezaba a besar y paneaban lentamente hacia el infinito para que no miráramos el desenlace. Frente a la vida, Escalante pone la cámara y nos deja ver el desenlace.
Este gobierno ha insistido, desde su comienzo, en que era necesario cambiar la narrativa sobre la seguridad y la violencia. Creo que tenían razón en cuanto a la narrativa gubernamental. El gobierno de Calderón se volvió por momentos monotemático, obsesivo. La transición fue un buen momento para redimensionar el lugar de la seguridad y la violencia en el discurso gubernamental, sobre todo en el del Presidente de la República.
Ese cambio hace aún más necesaria la búsqueda de explicaciones y narrativas desde otros campos, el del periodismo, sí; pero también el de las artes: la literatura, el teatro, la pintura, el cine. La restauración del tejido social, como bien pide el Presidente de la República en relación a Michoacán, debe comenzar por encontrar explicaciones de cómo y dónde se rompió. Y parte de esa explicación debe estar en las formas artísticas.
El sexenio pasado nos dio El infierno, una provocación maniquea sin matices, y Miss Bala, un primer acercamiento al mundo del narcotráfico desde la mirada de la inocencia.
A Heli de Escalante le interesa la violencia desde la intimidad de eso que, sin entenderlo, llamamos el tejido social. Violencia más allá de cabezas que ruedan o cuerpos que cuelgan. Con dureza y talento, Heli reivindica la imperiosa necesidad de seguirnos contando esta tragedia, esta desolación que no se acaba, más allá de lo que haga o quiera el gobierno en turno.