Un día acompañé a un milpero de Tetiz a una gruta llamada Box Aktún, cercana a esta localidad. Fue un domingo de febrero de 1992. 

En el camino me contó que hace mucho tiempo tres hombres del pueblo de Tetiz robaron la campana de la iglesia, porque se decía que era de oro. Ya muy entrada la noche, cometieron el hurto.

Cuentan que escondieron la campana en Box Aktún. Dejarían pasar un tiempo y luego irían por ella para tratar de venderla en algún lugar. Pocos días después los ladrones sufrieron el castigo: se desprendieron de su cuerpo pedazos de carne podrida. Los tres murieron en medio de terribles sufrimientos, pero confesaron dónde habían escondido la campana. 

El milpero ya había estado otras veces en Box Aktún. Una de esas lo hizo porque empezó a llover y se refugió en la cavidad. Media hora después, cuando la lluvia amainó, regresó a su casa.

Cuando lo vio su mujer le dijo: “¿Dónde estabas?, desde ayer que te fuiste hasta ahora que te asomas. Ya me habías asustado, iba a llamar la policía”. 

El campesino hasta hoy no puede explicar lo que le pasó en la gruta. Sólo sabe que una parte de su vida se quedó en la oscuridad de Box Aktún, al igual que las campanas.