La cultura como bálsamo

El hombre es capaz de actos innombrables, pero también de las cosas más bellas que este planeta haya visto.

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Para la Dra. Dení Álvarez Icaza, con toda mi admiración

En este difícil oficio del periodismo, sin importar la especialidad, es inevitable toparse con los acontecimientos del día a día tanto a nivel nacional como a nivel mundial. Y entre el aluvión consuetudinario de información, cada día, cada semana, cada mes y cada año, nos topamos con sucesos que en la mayoría de los casos son crímenes de lesa humanidad.

Pero, ¿cómo lidia el periodista o el ser informado cuando su realidad y su sensibilidad son violentadas? Es común que en el círculo de comunicadores uno se tope con cinismo exacerbado, chistes crueles o insensibilidad social, pues son mecanismos de defensa que propios y extraños adoptamos para no permitir que los hechos del mundo nos devoren las entrañas.

En años formativos mi preocupación social me estimulaba a tomar acción, pero también muchas veces me agobiaba. Desde niño mi sensibilidad inclinada hacia lo artístico me volvió un ser frágil e, incluso, nervioso. Todas esas fibras han resistido los embates de este mundo habitado por unos seres que, a falta de mejores argumentos, son dignos de estudio y, a veces, de reclusión. Como algunos parásitos.

Sin embargo, hoy, a mis casi 30 años, he logrado sobrevivir no sin cierto costo, pues desde siempre a los periodistas se nos inculca  tener “piel de rinoceronte”, tanto por los posibles ataques de nuestros detractores –especialmente los que nos dedicamos a la crítica y a los géneros de opinión- como para no dejarnos avasallar por la marejada de crímenes, accidentes, genocidios y demás linduras de los seres humanos que los medios de comunicación nos ocupamos de reportar.

Esta sensación es compartida por cualquiera que se preocupe de estar al tanto de lo que ocurre en la cotidianidad de nuestro país y del mundo; no obstante, cada persona tiene su manera de enfrentar o eludir aquello que los podría lastimar. Es entonces que -ante mi desencanto tanto desde el punto de vista evolutivo como humanista de lo que ocurre desde que el homo sapiens conquistara la tierra-, acudo al arte.

Todas mis ansias, todo mi odio hacia mí mismo y hacia mis semejantes como especie se ven aplacados ante el mero sonido de una sinfonía o la visión de una pintura. El hombre es capaz de actos innombrables, pero también de las cosas más bellas que este planeta haya visto. Eso hace toda la diferencia: la cultura es un bálsamo más necesario que nunca y, aunque usted no lo crea, la cultura salva.

Créame que si no fuera así, usted no estaría leyendo estas líneas…

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