La democracia se lava la cara y el mono no

El secretario de Gobernachong anunció que, a pesar de los resultados, no se afectarán al Pacto por México.

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Ya deberían de aburrirnos más que un pleno de la CTM o una excusa de la Femexfut o una promesa de Góngora Quiñá Quiñá Pimentel  o el estatus moral del químico Granier, pero tenemos los mexicanos una pasión morbosa por los procesos electorales. Sabemos de antemano que el IFE y sus replicantes en los estados sirven para muy poco, que la alquimia electoral se presentará cual fuego fatuo y que el espectáculo de las declaraciones superará cualquier fantasía de la política ficción.

Es más, se podrían escribir las notas periodísticas con semanas de anticipación y solo hacerles  mínimas correcciones antes de publicarlas. Es un machote mal hechote de película de los Alazraki, autocomplaciente y artificial;  menos edificante que una tarde en la CTM, pero definitivamente mejor armado que los extraños y dudosos casos del Heaven y la niña Paulette.  

Aunque previsible, llanera, rústica y sin cepillar, poblada de historias de impudicia y liviandad lugarcomunesca, retacadita de cacayacas y el show de los mapaches amaestrados, intercambio de acusaciones entre partido, políticos y candidatos las elecciones generaron más emoción que el Tri en la Copa Oro.

Sobre todo cuando el secretario de Gobernachong anunció que, a pesar de los resultados, no se afectarán al Pacto por México. Quién sabe cómo habrá tomado estas palabras el señor Madero, que anduvo armando panchos por México persiguiendo embarazadores de urnas. O Los Chuchos que denunciaban irregularidades con el mismo entusiasmo con el que apoyan a El Peje.

Cosa bonita la manera en que los protagonistas oficiales y oficioso del PRIcámbrico temprano, de góbers a secretarios, minimizan las denuncias y anomalías mapachescas siempre al ritmo de “Te lavas la cara y el mono no”.

A lo mejor es que somos tan perversos que, a pesar de la falta de auténticas sorpresas, esperamos que lo inesperado resucite nuestra capacidad de asombro. Digo, si en San Lázaro, allí donde las ratas de dos patas hacen su nido, apareció la justicia poética culinaria (se supo que los ingedientes utilizados en la cocina del Palacio Legislativo eran de origen fecal, lo cual despertó sospecha de canibalismo), se puede aspirar alguna vez a que la democracia mexicana deje de ser un chiste que se cuente solo. 

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