El senador Javier Corral me dijo en entrevista el 28 de marzo que tenía pruebas de que Televisa se le había montado al gobierno del presidente Peña Nieto para forzarlo a aprobar unas leyes secundarias de telecomunicaciones que desnaturalizaban la reforma aprobada en 2013. Le pedí un ejemplo de la siniestra conspiración de las fuerzas corruptoras. Respondió que las suyas eran fuentes muy confiables. Le dije que eso era igual a nada y creo que se molestó.

Más allá de la anécdota, en aquellos días pensaba que el senador significaba una fuerza política creciente, y que su proyecto de leyes secundarias podría imponerse al de su antagonista en esta historia, el también senador del PAN Javier Lozano. Hoy los hechos indican todo lo contrario.

Corral no consiguió siquiera el apoyo pleno del poderoso y reelegido presidente del partido, Gustavo Madero.

Poco pudo hacer para convencer al grupo de senadores del PAN, pues solo una minoría de ellos terminó votando en contra de las reformas. Perdió en su partido y en su casa.

Lo del martes en la Cámara de Diputados fue el remate, un desastre: solo seis panistas votaron en contra. Es muy difícil aceptar, por tanto, que lo ocurrido haya sido una vil treta Televisa-Peña Nieto. Los porcentajes de las votaciones hacen pedazos la teoría de la conspiración.

Digan lo que digan sus fuentes “muy confiables”, Corral no pudo persuadir prácticamente a nadie. Y de eso también se trata la política.

Las leyes de telecomunicaciones son una derrota de época para él y su banda de propagadores de mitos y supersticiones. Fueron su Alemania-Brasil.

Su 7 a 1.