La derrota del senador Cordero

El debate hacendario era una oportunidad espléndida para que Cordero se posicionara frente a panistas y ciudadanía.

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Después de meses de disputas, broncas, grillas, insultos y afrentas, la madrugada del 30 de octubre los senadores del PAN tuvieron un sorprendente momento de unidad cuando Jorge Luis Preciado anunció que se retiraban de la sesión en la que se discutía la reforma fiscal.

Unas horas más tarde, durante la reunión del grupo parlamentario previa a la siguiente sesión del pleno hubo algunos elogios a Preciado por haber apoyado la idea de reventar la sesión de parte de algunos que hasta hace días de milagro le hablaban. La ilusión de la supuesta unidad reencontrada dio hasta para convocar una comida del grupo en un restaurante cercano al Senado.

Ernesto Cordero, sin embargo, interpretó la comida como el inicio de la reconstrucción del liderazgo de Preciado, impuesto en la coordinación por Gustavo Madero después de que a él lo echara de mala manera y a quien con eficiencia Cordero y su grupo había limitado y aislado. Desde el nombramiento, los corderistas, mayoría de al menos 24, habían ganado las disputas internas, cambiado el reglamento para tener a Preciado fiscalizado y las comisiones acaparadas. De repente, en la más importante de las batallas, Preciado se quería vestir de héroe. Cordero convocó a una comida paralela, quería reventar la del coordinador maderista.

Por primera vez, los números se invirtieron. Con el exsecretario de Hacienda comieron Jorge Luis Lavalle, Francisco García Cabeza de Vaca, Carlos Mendoza, Francisco Domínguez y Javier Lozano. 
Con Preciado comieron una veintena de senadores blanquiazules, incluyendo a los corderistas Luisa María Calderón y Roberto Gil, entre otros.

A eso de las siete de la tarde Cordero y sus pocos senadores decidieron incorporarse a la otra comida, no sin algunos reclamos y malas caras por el abandono. 

El debate hacendario era una oportunidad espléndida para que Cordero se posicionara frente a panistas y ciudadanía. Por alguna razón, tal vez su relación con buena parte de los altos mandos de la Secretaría de Hacienda, prefirió jugar discreto, cedió la vocería opositora a Javier Lozano y centró sus críticas en el Pacto por México más que en la reforma a la que apenas llamó un “error técnico”.

Me parece que Gustavo Madero está sonriendo. 

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