La disputa por los Cárdenas y el dilema de Peña Nieto

La reforma de la izquierda será sumamente agresiva en la ley reglamentaria al 27.

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El senador Luis Sánchez y el diputado Luis Cházaro, junto con sus asesores, han estado arrastrando el lápiz hasta altas horas de la noche para tener lista una iniciativa de reforma energética del Partido de la Revolución Democrática.

La más importante de las instrucciones que han recibido del liderazgo perredista es que la propuesta debe tener la absoluta aprobación de Cuauhtémoc Cárdenas, fundador del PRD e hijo del responsable de la nacionalización petrolera. Esto desarmará un poco la lógica que en los últimos días han querido insinuar el PRI y el gobierno de que la reforma que presentarán ellos será en el espíritu de lo que Lázaro Cárdenas querría.

Imposible arrebatar al hijo la interpretación de lo que hubiese querido el padre.

La reforma de la izquierda —que quiere lanzar después de que el Presidente presente la suya— será sumamente agresiva en la ley reglamentaria al 27, con relación a permitir contratos con empresas privadas para actividades hoy vedadas, pero no tocará el articulado constitucional. Será casi tan profunda como la del PAN en la idea de cambiar cómo se gobierna y administra Pemex y cambiará las reglas por las que entrega buena parte de sus ingresos a Hacienda.

La idea perredista es colocarse en medio de la iniciativa panista y de esta idea de López Obrador de que en verdad no se necesita reforma alguna más allá de honestidad y buenas prácticas administrativas.

Es más: parte de la decisión de la izquierda de salir después de que se anuncie la iniciativa del Presidente tiene que ver con que a la hora de presentar la suya enfatizará las cosas en que coincidan como táctica de negociación. En el perredismo están convencidos de que el costo popular de una iniciativa que por cambiar el 27 se vea como privatizadora hará que el gobierno termine por simpatizar más con la postura perredista que con los panistas.

El dilema del gobierno —me dijo un mandamás perredista— será pensar qué es mejor: una reforma votada por los tres partidos, aunque no sea constitucional, o una sin nosotros, con la desaprobación, según las encuestas, de 70 por ciento de la población.

Twitter: @puigcarlos

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