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Llevamos unas semanas de locura con el inquieto y flamante presidente de Estados Unidos. Se le puede acusar de todo menos de aburrido, se la pasa de travesura en travesura y de grito en grito. Desafortunadamente uno de sus “punching bags” favoritos es nuestro atribulado país. Ni modo, no podemos hacer nada contra eso, nos cayó del cielo como un rayo. 

Ahí está el tema: con él no se puede hacer mucho más que negociar, sin embargo, acá en casa se puede hacer bastante más. A pesar del abanico enorme de acciones que el gobierno de México podría estar considerando para enfrentar esta agresión externa, no hemos visto ni una sola iniciativa inteligente ni un solo decreto (al mejor estilo Trumpista) para contrarrestar alguna de las agresiones de Donald Trump a México. Todo sigue exactamente igual, las mismas trabas para hacer negocios y el más absoluto terrorismo fiscal.

Maravilla de la campaña de “Hecho en México” lanzada por el presidente, pero para “Hacer algo en México” hace falta infraestructura y sobre todo, necesitamos a la industria de la transformación y a los desarrolladores. Desafortunadamente, los que pueden hacer cosas en México para que las disfrutemos o consumamos están con los pies en lodo espeso a causa de las regulaciones gubernamentales y de las paraestatales de servicios (como CFE); que hacen de la creación de empleos en nuestro país una verdadera odisea de sufrimientos y corruptelas. Estoy convencido que llevaría a un escándalo nacional si se pudiera sacar la cuenta de la cantidad de familias mexicanas que no terminan de empezar a recibir un salario a causa de la ordalía que se pasa para poder contratar un servicio de media tensión, que se va a pagar, por cierto, no se está pidiendo ayuda gubernamental. 

Si queremos producir en México para poder comprar “Hecho en México” se necesita dinamizar la economía nacional. Que el gobierno cambie su rol de entorpecedor profesional de la creación de riqueza a facilitador; y si no es posible, pues que se quite del medio en una verdadera estrategia neoliberal.

No basta con pararse en un pedestal a hablar de dignidades y patriotismo; el filete de principios y la sopa de ideales no llenan la panza. Hay que actuar con astucia e inteligencia ante esta guerra comercial que se nos avecina. Tenemos mucho con qué poner en jaque a Trump, pero eso no basta. 

Ver las pretensiones populistas de Trump bloqueadas por una maniobra comercial es una victoria, pero una que no nos va a reportar un verdadero avance; a lo sumo nos quedaremos en el mismo sitio. Tenemos un gobierno que le ha declarado la guerra al presidente de Estados Unidos desde que ascendió al poder y a la clase productiva mexicana desde que lo elegimos.

 Ahora nos agreden como nación y lo único que han hecho es darnos una bandera para WhatsApp y lanzas un eslogan. Ni un solo estímulo de impuestos, ni la más tibia mención a la tan añorada reforma fiscal para gravar el consumo, ni una estrategia real para reducir el impresionante gasto del mastodonte estatal. En fin, mucho ruido y pocas nueces.

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