La impaciencia de Alfredo Castillo y una advertencia colombiana

Las cosas en Michoacán están mejor, pero La Tuta y sus videos se han convertido en un desafío. Mientras el colombiano Héctor Abad advierte que fue mala idea permitir los ejércitos privados.

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En medio de Informe de gobierno, nuevo aeropuerto, creación de Prospera, coches en el Zócalo, se ha quedado un poco perdida una historia que en unas semanas o meses, hacia la elección del próximo año, puede terminar siendo la más importante. Otra vez tiene que ver con Michoacán.

Todo empezó cuando El Americano le dijo a Denise Maerker que a quien se veía en aquel video con La Tuta no era él, sino uno de los hermanos Sierra, de Los Viagras.

Unas horas después, Estanislao Beltrán, Papá Pitufo, le dijo a Ciro Gómez Leyva que los Sierra y otros eran de un grupo operativo de 250 hombres que buscaban a La Tuta. Para su columna del martes Denise entrevistó al comisionado Castillo, quien le confirmó la existencia del grupo, matizó algunas declaraciones de El Americano y Papá Pitufo, pero confirmó que estaban trabajando con ellos para perseguir en la sierra a La Tuta. Nadie en Michoacán duda que Los Viagras hayan tenido muchos vínculos con el crimen organizado. Castillo insistió en que “están bajo control”.

Pero que quede claro: el gobierno está utilizando delincuentes para agarrar delincuentes.

Ocho meses después de la intervención federal, las cosas en Michoacán están mejor, pero La Tuta y sus videos se han convertido en un desafío, en un reto insoportable para Castillo y los suyos. Regresar con La Tuta sería la gloria.

Más que la cereza del pastel, como decía el Comisionado, ¿pero a cualquier costo?

El 13 de febrero de este año, en The New York Times, el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince escribió un editorial en el que decía: “Los vigilantes empiezan matando a los secuestradores, narcotraficantes y extorsionistas, pero pronto comienzan a matar a sus familiares, y luego sus amigos, o los que piensan que son sus amigos, y después las familias de los amigos, hasta que todo el mundo es sospechoso y podrían venir a llamar a su propia puerta, como nos pasó a nosotros en Colombia —como le sucedió a mi padre, cuando fue abatido a tiros en las calles de Medellín.

“Permitir los ejércitos privados, incluso si se supone que son para la autodefensa, es la creación de un monstruo como la Hidra: si corta una cabeza, dos más vuelva a crecer.”

Valga la advertencia hoy como valía en enero.

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