La influyente

En la inauguración del Otoño Cultural, la Orquesta Típica, sus solistas y María Medina se llevaron la noche.

|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Me encontré al viejo a las puertas del Peón Contreras muerto de la risa. Hacía mucho tiempo que no lo veía tan divertido y me extrañó. ¿No serás bipolar?, ¿o padeciste TDA en tu infancia?, ¿o ya está afectándote el alemán? Uta, cada día estás peor. ¿No me dijiste que fuera por ti a tu casa para que viniéramos a la inauguración del Otoño Cultural? Ahí voy como tonto, gasto gasolina y casi rompo un amortiguador de mi coche con tantos baches que hay en el sur de la ciudad, ahí donde Renán dice que atiende todos los reportes, pero donde ya hay unos baches que no tienen calle.

Hasta me asusté un poco cuando me puse a tocar a tu puerta y no abrías y ya iba a entrar a la fuerza a ver si no te dio un ataque. Si no es por tu vecina doña Lucrecia que me indicó que te vio salir temprano bien emperifollado y con tu guayabera blanca de lino, esta es la hora que no tendrías puerta.

El anciano no dejaba de carcajearse y hasta llegué a pensar que estaba quedando loco. Pérame, me dijo entre sus accesos de risa. Ahorita te cuento.

Antes de comenzar su relato, me reclamó: Me fastidié a esperarte. Dijiste que a las 7 nos veíamos y te esperé una eternidad (para él, que es muy puntual, diez minutos son una eternidad). Como no llegaste decidí venir en camión y ya ves, si no me apuro, no alcanzo lugar (efectivamente, fue un lleno total y de hecho yo tuve que ir hasta el tercer nivel). 

Gracias a Dios, siguió el viejo, me encontré a un amigo importante (un periodista casi retirado) y me pasó con él. Tuve suerte porque me tocó en las primeras filas.

Me estoy riendo por una situación que presencié y es de las que nos pintan de cuerpo entero a los yucatecos: una señora, que llegó tarde igual que tú y se sentía influyente (ahí sí te ganó), exigía un asiento a la encargada de acomodar al público y adelantito estaba un señor canoso. La señora oí que dijo: Si me viera el gobernador aquí parada, me sienta a su lado. La funcionaria replicaba: Sí, pero no está aquí el gobernador y ya ve usted que no hay asientos.

El hombre canoso creo que ya se había fastidiado de las exigencias de aquella señora e intervino: Si hay un lugar arriba, le dejo mi asiento a la señora y voy. La mujer replicó: De ningún modo, señor, porque usted es de la tercera edad… igual que yo y tienen que darnos lugar. Hubieras visto la cara del caballero de la cabeza plateada.  Me imagino lo que habrá pensado decirle. Al fin la paciente funcionaria le encontró lugar a la exigente dama “de la tercera edad… igual que yo”. Me río cada vez que me acuerdo, de la cara que puso aquel señor, que pecó de educado y no la mandó a ya sabes dónde.

Ya más tranquilo el viejo conversamos un rato de la velada.  Me dijo que, como siempre, para él la Orquesta Típica y sus solistas se llevaron la noche, que Sergio Esquivel estuvo en lo suyo, señorón de la escena, y que le gustó mucho -no obstante sus olvidos- la interpretación de María Medina a Despierta paloma, de don Coqui Navarro.

De mi admirada Imelda Miller mejor no hablamos, me pidió. Si no podemos hablar nada bueno, mejor le agradecemos sus ganas de seguir vigente. Para ella sólo decimos: Sic transit gloria mundi.

Lo más leído

skeleton





skeleton