La jornada electoral

Es importante tener una idea de la recia personalidad y carácter de nuestros futuros representantes...

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Inmersos en  la jornada electoral, es importante tener una idea de la recia personalidad y carácter de nuestros futuros representantes. 

Es de justicia considerar la precampaña, donde el pretendiente debe negociar con la fracción de poder y el jefe de partido, conchabarse la lealtad de sus correligionarios, conseguir lana suficiente, comprar curitas y vendoletas para la operación cicatriz y luego sobrellevar la resaca después de la celebración por ser elegido candidato a competir por un puesto de elección popular. 

A continuación, el largo “silencio electoral”. Nadie sabe el objeto de suspender la contienda cívica. Se antoja como si la FIFA decidiera otorgar dos horas de descanso al finalizar el primer tiempo, para después  reanudar el cotejo. A menos que sea para dar descanso y solaz a los felices seleccionados. Y no es para menos, porque lo que viene es como para asustar al más centrado: Levantarse de madrugada, atender desayunos, comidas y cenas procurando que las tortas y tacos de cochinita, relleno negro, la sopa de lima, panuchos, salbutes, no pasen la factura. 

Hablar y hablar de asuntos complejos y hacer promesas desiguales ante desconocidos de diferentes estratos sociales. Asegurar que la avanzada de mitin llegue a tiempo.  Esperar oculto dentro de una Suburban porque la logística tarda en instalar templete  y sonido. 

Soportar estoicos mentadas de madre y chiflidos. Saludar cientos de manos sudadas, abrazos malolientes y fotos con partidarios. Revisar encuestas mientras maquillista y peinador procuran dejarlo lo más parecido a las retocadas fotos de los espectaculares. Viajar, sin dormirse, kilómetros de carreteras y brechas interminables. Atender cuatro aparatos móviles al mismo tiempo. Despedirse de la comitiva. Llegar a casa. Hacer el amor con su cónyuge sin quedarse jetón a la mitad. Tafil a la mano.

Por eso la actitud de los plurinominales se antoja acomodaticia, advenediza y francamente discriminativa. Es contradictorio y fuera de toda representatividad que algún fulano festeje su próxima curul sin mancharse un dedo, ahuevonado en su sillón frente al aire acondicionado, repasando cómo va a “administrar la riqueza” mientras otros colegas se parten la madre, duro y bonito, en campaña. Pareciera que son iguales 200 a caballo que 300 en huaraches.

¡Vaya biem!

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