La maestra está triste

Colorida crónica de la profesora, desde su natal Chiapas, ascenso, traiciones, consolidación en el SNTE e inesperada caída.

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La pregunta concreta es: ¿qué hacer con más de 2 mil 600 millones de pesos?

Y la respuesta, también concreta, es: pues, entre otras cosas, no quedar loco o loca.

Entonces, no es nada fácil concentrarse para empezar a gastar ese mundo de billetes (claro, para Carlos Slim son sólo monedas) en cosas que realmente valgan la pena. De entrada, una persona centrada, con los pies sobre la tierra, compraría o invertiría en su futuro; por supuesto que se daría sus buenos lujos -¿quién no?-, pero no ostentaría su inmensa fortuna y así ser víctima propicia de los embusteros, de los “amigos” y hasta de los ladrones.

Pero no sucedió de esa forma con la dulce muchachita que albergó el magisterio como una profesión que le daría, chance, para mal comer, aunque con altas satisfacciones, principalmente sacar de la ignorancia a cientos o miles de infantes.

Empezando la década de los setenta, la muchacha, joven profesora de primaria, solía llamarse simplemente “Elba”, llegó a la Capital del país proveniente de su natal Chiapas. Obtuvo una plaza docente –y decente- en una escuela bastante fregadona. Para completar su escaso salario, también trabajaba en un restaurante. Tripulaba un descascarado volchito, al que casi siempre tenían que empujarlo porque no arrancaba.

Y así fueron pasando los años. Por allí escaló posiciones en el famoso Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE), con el mayor número de agremiados en Latinoamérica, siempre cobijada por el entonces todopoderoso régimen priísta. Fue discípula del también líder absoluto del SNTE de aquellos tiempos, Carlos Jongitud Barrios. Aprendió y bastante bien las artimañas de cómo cobrar sin presentarse en el aula.

Adios Jongitud

En 1989 llegó su momento dorado, cumbre: con Carlos Salinas de Gortari en el “trono” mexicano, Jongitud Barrios fue hecho a un lado y la entonces secretaria general o de conflictos del gremio magisterial, pasaría a ser la jefa de jefes de los miles de maestros mexicanos. Las lenguas viperinas dicen que en una reunión privada con “Don Charly”, Elbita se mostró como lo que sería en los siguientes 24 o 25 años: una maestra, pero de la barbarie. Le soltó sus buenas bofetadas a su antiguo mentor y protector. Total, la figura presidencial presente la amparaba. Allí terminó un cacicazgo y empezaba otro, mucho peor.

Con la protección oficial, “Elba” empezó su carrera ascendente. Primero fue liquidar a todos los opositores al régimen salinista, varios quedaron fuera del gremio magisterial, otros fueron degradados y determinados personajes, desaparecieron del mapa. La ex “pobresora” muy pronto observó que sus humildes cheques o recibos de pago empezaron a tener ceros de más. Claro está que ella sonrió. Ya empezaba a dibujarse en su rostro la mueca del cotorro “muñeco diabólico” del cine gringo. Pero qué importaba. Los recibos de pago pronto serían olvidados. De ahora en adelante, las cuotas sindicales de 8, 10 y 12 pesitos con sus respectivos centavos, empezarían a caer quincenalmente a los bolsillos, otrora marchitos, de la nueva y todopoderosa lideresa. Para los escépticos, basta con sumar o multiplicar –según aprendieron los alumnos con las pocas clases que impartió Elbita-, esas, aparentes, ridículas cantidades por una cifra aproximada de 800 mil o un millón de maestros del SNTE, activos o jubilados. Saquen cuentas.

La “guerrera”, como se autodefinió hace unas semanas, escaló más poder. Fue diputada federal, senadora, lideresa del PRI. De pronto, los tiempos políticos cambiaron y la señora pactó con otras fuerzas. El bigotudo guanajuatense la arropó. Un zorro (don Fox) se alió con una… especie similar a la de él. Y juntos, muy juntitos, botaron a Panchito Labastida, un tipo carismático, pero que no pudo con la alianza de fuerzas entre los foxistas, algunos panistas y los maestros. De golpe y porrazo acabaron 72 años del imperio tricolor. Y como buena “guerrera romana” (aunque sea de Iztapalapa), la heredera de los Ave César, quedó intacta.

Unos años después, Elbita volvió a hacer de las suyas y con su amiguito Felipe Calderón borró de un simple madrazo a don Madrazo Pintado, es más, le “pintaron” un violín. Pero la “teacher” se mantuvo y aumentó su poder, y con ello, las excentricidades.

'Cegada por el poder'

Y así transcurrieron otras seis lunas con sus correspondientes “baktunes”. Amparada con un organismo político que fundó, con nombre de colmena, negoció en lo cochinón. Total, votos son votos y poder es más poder. Pero cegada por su ambición personal, ya no vio más allá de lo que sus horizontes catastrales medían. O sea, después de ocho humildes moradas en el Distrito Federal y varios departamentos de lujo en Estados Unidos, era lógico que la visión quedara extraviada.

Simplemente, el nuevo “tlatoani” de México ya no iba a esperar más tiempo para legitimarse en el cargo y barrer con las personas que se opusieran a los designios inmediatos. La otrora poderosa no calculó correctamente la ecuación política. No podía ser de otra forma. Lo que Elbita no aprendió en la Escuela Normal de Chiapas era imposible aplicarlo en la vida real.

Y como el buen Pitágoras manda, las autoridades hicieron cuentas y sacaron a la luz pública que la antigua y pobre maestra, tenía más oro que los desaparecidos emperadores romanos. Más de 2 mil 600 millones de pesos concentrados en dos cuentas bancarias que, de entrada, radican en países europeos a los cuales les vale un pito si el dinero es legal o rufián.

De pronto, de la nada, se acabó por el momento el trono de Elbita. Apañada al bajarse de su avión, en el aeropuerto de Toluca, proveniente de Estados Unidos a donde fue a regar las plantas de alguno de sus lujosos aposentos. En caliente trasladada al penal de Santa Martha Acatitla, donde conviven mujeres, por supuesto que también delinquieron pero con sumas que pueden rayar en los 10 mil o 100 mil pesos, ni siquiera lo que cuestan las zapatillas que la maestra se compraba en tiendas exclusivas del país gabacho. Qué son 55 mil pesos para adquirir zapatos de piel de canario zurdo o de pelillos de burro tibetano visco.

Y a todo esto, ¿qué sucedió con los millones de pesos invertidos en las cirugías plásticas de Elbita? Caray, con todo respeto, los abogados de la maestra deberían interponer juicios en las cortes estadounidenses en contra de los doctores que le metieron cuchillo porque, la neta, sólo la acercaron más al fenómeno de Chucky, el muñeco diabólico.

La maestra está triste, ¿qué tiene la maestra?

Amigos, amigas, ya saben: sugerencias para que Elba Esther Gordillo Morales –es su nombre asentado en el Registro Civil- disfrute de su nuevo apartamento de cuatro metros por cuatro y con portando chancletas adquiridas en mercado sobre ruedas, enviarlas a [email protected] y/o [email protected]

 

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