La marcha de los financieros

Iván, un consumidor de marihuana, se ha puesto con su cuerno con algo más de 164 mil pesos que, debiera saber, financian la narcoviolencia.

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Es improbable que siquiera uno solo de quienes el sábado marcharon por la regulación de la mariguana lo haya hecho consciente del papel que viene jugando como pequeño financiero de la gran variedad de crímenes asociados al tráfico de drogas.

“Ssss… aquí todos estamos a 10 centímetros del suelo”, reprodujo Adriana Esthela Flores en su crónica para MILENIO.

Cuenta que “Iván no podía sentirse más a gusto. Tal como hizo en 2001, en la primera marcha por la mariguana en la Ciudad de México; este chico, de unos 30 años, disfrutó compartir el toque con sus compas en pleno centro del DF…”.

En este caso específico, el adicto lleva horneándose (comenzó de niño) 18 años: tres veces el tiempo del calderonato en que la narcodelincuencia mató a unas 65 mil personas.

¿Cuántos porros, canutos, churros, motos o carrujos comprados en ese lapso y a qué precio han gastado las bandas del crimen organizado para asesinar a cuántas personas? ¿Cuántos degollamientos? ¿Cuántos secuestros? ¿Cuántas armas y de qué tipo? ¿Cuántas balas? ¿Cuántos pagos a sicarios y la vigilancia de cuántos halcones? 

De cada peso aportado por Iván, ¿cuántos nuevos giros criminales han sido abiertos? ¿Cuántas dosis de cocaína, crack o metanfetaminas? ¿Cuántos nuevos adictos a drogas?

“El sol caía a tope en el lado poniente de la Alameda Central. Eran apenas las 15:00 horas y para entonces el Parque de la Solidaridad ya se había convertido en una especie de zona franca de mariguana, donde se podía vender, distribuir, preparar y dar el esperado toque a la también llamada flor del alma o patito encantador”, escribió Adriana Esthela, reproduciendo esta cándida reflexión de Iván: “No le hace mal a nadie. ¿Cuántas personas se mueren por alcohol y cuántas por mariguana? Yo llevo fumando desde los 12 años y nunca he fumado tabaco ni bebido alcohol; nunca he hecho nada malo a nadie…”.

Si son 18 los años que Iván viene quemando, y por impersonal, indirecta o ignorada que sea, su corresponsabilidad en los asesinatos se antoja irrebatible. Y como él, la de cada uno de los demás manifestantes (se habla de unos cinco mil en la capital del país), así como la de una cantidad presumiblemente mayor del total de adictos a la mariguana.

“Al momento de consumirla como rasta, dejé de tomar alcohol, dejé de fumar tabaco y de consumir drogas químicas, porque me di cuenta que la ganjah me da lo necesario, no necesito otras cosas. Es real, viene de la tierra y a través de ella conocí la vida”, dijo.

Con los precios actuales, un carrujo cuesta diez pesitos y un adicto promedio consume dos o tres diarios: en 18 años, Iván se ha puesto con su cuerno con algo más de 164 mil pesos que, debiera saber, financian la narcoviolencia. 

Claro que detalles como ése no hacían rima en los coros de la marcha: “¡Pachecos unidos/ jamás serán torcidos!”. “¡Legalización/ legalización!”. “¡Obama, Obama/ Queremos mariguana/ de la californiana!”. “¡No a la represión, sí a la liberación…!”.

–¿Sásss qué, hijo?

–¿Qué hongooo…?

–¿Traigo los ojos rojos?

–Ssss tráitelosss... 

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